Mira que decirle a los escolares que el Feudalismo acabó con
Claro que, cómo explicarles a los angelotes que lo único que diferencia la actuación de los Bancos con la de los nobles de
O es que alguien puede sobrevivir hoy sin mantener una relación continuada con un banco, sin someterse a las condiciones que imponen, sin que cada uno de los aspectos de su vida se traduzca en un minúsculo e ininteligible pliego de condiciones que otorga a los bancos un poder tal sobre nuestra existencia que, de ser conscientes de ello, buscaríamos posiblemente un camino alternativo, por disparatado que nos pudiese parecer.
De todos los elementos que integran el medio social en que nos movemos, el banco es el más mimado, el más ponderado, el más venerado por el Estado, que es, al fin y al cabo, el sumo catalizador de todas las complicadas relaciones que marcan la deriva tanto del Primer como del Tercer Mundo. O debería serlo.
No se puede formar parte de la clase media occidental sin rendir pleitesía a los bancos. Y esta certeza es aplicable no sólo a los asalariados, sino a la totalidad de las instituciones y, como se eufemiza (¿me he inventado el verbo?) hodierno, agentes sociales, políticos, sectores productivos y especulativos, que como decía, engarza hasta con las más profundas raíces de los Estados, sean esto de la naturaleza jurídica que sean.
Harazem se estará riendo, pensando que son éstos los primeros efectos secundarios graves de las perniciosas lecturas que el muy canalla recomienda. Pero prometo que ya venía de antes.
A pesar de que la cosa no pinta bien, dado que ni el mismo y omnipotente Estado es –o, simplemente, no lo desea- capaz de escapar al feudalismo de los bancos, podríamos dar por sentado que estamos atados de pies y manos, perdidos sin remisión. Y en cierto modo es así, sin olvidarnos que mucha gente –y siempre que me refiera a gente lo estaré haciendo a la clase media- necesita desesperadamente de esta dependencia de la banca ya que es consciente de que es el único camino posible para cumplir los sueños inducidos por la sociedad de consumo.
Por otra parte, la relación con los bancos no es forzosa en todos los casos. Cuando se trata de potentados, dicha relación es de simbiosis, como es fácil intuir, por lo que ni siquiera merece la pena entrar en detalles.
En definitiva, cuando de gente corriente se trata todo se reduce a dos opciones, dos actitudes: o bien formamos parte del sector pseudo-no-pensante de la sociedad (opto por el prefijo pseudo porque no creo que sean auténticos descerebrados, sino que eligen inconscientemente no pensar), o bien decidimos firmemente morir peleando, aunque que estemos seguros que tal heroísmo jamás será reconocido públicamente ni servirá, en la práctica, absolutamente para nada.
Si nos decantamos por la segunda opción, conviene no andarse con medias tintas, y tener claro desde el primer instante que, pese a lo intranscendente de nuestras finanzas domésticas en el seno de la macroeconomía de Zapatero, hay ciertas decisiones que, si cundiese el ejemplo, harían pupa a los modernos Orduños y Olmedos, que con la prepotencia característica de su señorío feudal, ni cabe en sus asesoradas entendederas que podamos resistirnos a sus exigencias. Así que, en primer lugar, se impone la previa pérdida del sentido de ridículo, lo que nos hará inmunes a sus aristocráticos y subliminales intentos de manipulación y posterior extorsión.
Es conveniente, por ejemplo, reducir a una o ninguna ese producto del feudalismo moderno que son las tarjetas de crédito. Ignoro porqué, pero cada vez que me niego a contratar una tarjeta VISA-ALUMINIO totalmente gratuita para toda la vida y sin obligación de uso, a la pobre comercial-telefonista le da un soponcio, finge que le resulta imposible entender mi empecinada negativa y acaba colgando bruscamente, tanto que me parece escuchar un eco así como tú te lo pierdes, capullo. Y tanto que me lo pierdo. Pero el que ofrece algo es porque necesita colocarlo, luego no soy el único que pierde, y con eso ya me conformo.
Los seguros. No voy a vender que sean un producto negativo o absolutamente innecesario, pero cabe la posibilidad de que podamos cubrir las exigencias básicas con bastante menos de lo que tenemos contratado y, por supuesto, intentando no utilizar bancos, sino compañías de seguros, que son otras que tal, pero en este caso se trata de hacer la puñeta a los Nobles. De los Hidalgos ya hablaremos.
Por supuesto que esta actitud no nos saldrá gratis, pero suponemos que si vamos a dar la batalla, habrá bajas, aunque sean mínimas. Si despreciamos los ya habituales seguros multirriesgo del hogar y asumimos que pagaremos de nuestro bolsillo los más que improbables cristales rotos –en sentido literal- de nuestra choza, que será nuestro fontanero de cabecera quien nos cambie la zapata del grifo o valoramos las probabilidades de que se estropee la cerradura, la primera victoria será desconcertar al agente de seguros –esas caritas son impagables- y la segunda, pagar unos euros de menos en el recibo, que dejarán de ingresar en las opulentas cajas de las aseguradoras. Victoria simbólica que, multiplicada por cientos de miles, sería un auténtico golpe de mano y una lección de sentido común a esas personas jurídicas que nos toman por idiotas.
Volviendo a los bancos y para terminar, éstos obtienen el grueso de sus magras ganancias justamente de las economías domésticas medias, a través de multitud de lo que ellos llaman productos y que se traducen en sencillas operaciones en las que o invertimos parte de nuestro dinero, u obtenemos un bien de consumo en lo que ahora se denomina plazos sin interés. Como ni soy de letras ni soy de ciencias –en realidad soy de Zamora- pues siento no poder ofrecer una explicación racional al motivo por el que los bancos imprimen miles de folletos con tipos de generosa sonrisa sobre una corbata roja ceñida sobre cuello de camisa blanca que, sobreexpuestos en la foto de un transatlántico y una isla tropical, nos explican en cortos rótulos que saben que no tenemos un duro, que nunca lo tendremos, y que sin su desinteresada ayuda nos morimos sin tomar un mojito en la cubierta del Queen-Mary, o sucedáneo.
Resumiendo, un banco es una sanguijuela, y hay que tener claro que si se acerca a nosotros es para chuparnos la sangre. Por tanto, siempre que podamos permitírnoslo, decirle NO a un banco es atizarle donde más le duele. Y de éso, precisamente, se trata.
10 comentarios:
Mu bueno, Pincho. Y sí, ando descojonándome de ver cómo aprovechas el combustible pata negra de esa perniciosa lectura.
Un abrazo
Soy de tu opinión. Es más, hace como un par de años que le rempí en su careto mi tarjeta VISA al director del banco que me vampiriza. No tengo palabras para describir su cara, pero si para describiir lo que sentí yo. ¡¡LIBERACIÓN!!
Insisto; nuestra única arma posible es dislocar el consumo.
Pregunta: ¿de verdad que eres de Zamora?
Tabernero, lo de Zamora es una de esas paridas que soy incapaz de reprimir cuando escribo, pero en realidad soy cordobé de la cabesa a loh pié... descendiente de costanillera, para ser precisos. Pero tu pregunta -encantadoramente cándida- me ha arrancado una carcajada.
Un fuerte abrazo a los dos.
A ver si tengo tiempo y cuelgo de una vez en LA CALLEJA la reseña del libro perverso.
Te lo preguntaba porque yo si soy medio zamorano y es mucho le que me une a esa pequeña y bonita ciudad. He pasado mi infancia remando en las aguas del Duero, nada que ver con nuestro Guarralquivir. La conozco bien y a sus paisanos, por eso te lo preguntaba, por ver si nos conocíamos de una "vida anterior"
Por Victorio llegué a Harazem, y del blog de Harazem llegué aquí. Me alegra saber q cuando topas con algo bueno y de cordura hay una red tejida q te enlaza y lleva de lo selecto a lo selecto y no te decepciona. Es como si pillaras la buena racha de las OCAS, que alegría nos daba de chicos ver q ibamos de pato a pato blanco y te salvabas por la cara de mediocridades y atrocidades (calabozos y otras encerronas lapidarias y represoras, hasta de la muerte)>:o]
Pasaré tu preclaro análisis del feudalismo del siglo XXI a mi compañera q imparte la asignatura de sociales en el cole. Lo prometo. a ver si se enteran ya de una P vez lo q es el feudalismo no sólo el alumnado, sino tb la docencia y de esa manera, partiendo del conociendo del enemigo, sacudírnoslo de encima algún día (algún día). saludos, maría
Por mi edad querido Pincho y demás parroquia, debería empezar a entrar en el suculento juego feudal del que hablas. Mi entorno ya lo hace, cada vez que los oigo hablar de las letras que tienen que pagar del piso que se acaban de averiguar, las del coche, los muebles y demás parafernalia (bodas, viajes y todo el patrón establecido de buen pringado medio) me da miedo, pienso en como se entrampan para la posteridad de sus vidas y me da pena. Yo por el momento soy libre (o eso creo) en este sentido, y espero poder escapar vivo de ellos, creo en otra forma de vivir, pero todo sea dicho, siempre habrá dentro de mí esa puta sensación de pensar ¿seré yo el que se equivoque?
Estimado lamalgama, dése usted el gusto de decir que no al cura cuando llegue el momento (personalmente fue lo que más gusto me dió ;-), al fotógrafo, invite a comer a sus amigos de su bolsillo, sin esperar ni exigir sobrecillo a cambio. Joven lamalgama, es usted dueño de sus actos, aunque le quieran hacer creer que no. Haga lo que desee, pero cuando pueda; y no olvide que ser "normal" no es ser mejor.
Saludos, lamalgama-jedi :-D
Pinchito, de las empresas de telefonia movil e internete, que me dices? será que de esas sí haces uso y aunque te roben haces cómo el avestruz? esto no hay quién lo pare, entre otras cosas porque desde los sillones confortables de nuestras mas o menos casas se protesta muy bién pero no somos capaces de no jugar a este juego que entre todos hemos ido creando y ahora no sabemos como salir de él,en fin,alguna solución hay, bién sea unirte al enemigo,bién sea dejarlo todo(con todas sus consecuencias)o bién sea protestar energicamente pero activamente también.
Un besazo, con todas sus consecuencias
Para que digan que por internet no se liga jejeje. En fin, Anónimo/a, intento sucumbir lo justo e imprescindible, pero para salir totalmente del juego hay que caer casi en la indigencia.
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