martes, 17 de junio de 2008

1945: Sodoma y Gomorra.

El ser humano es en sí mismo una máquina sorprendente, sobre todo en lo que a la percepción de la realidad se refiere y los procesos de ingesta y asimilación de la información. La Alemania de la segunda guerra mundial dejó de existir con la muerte del régimen nazi, el colapso político que acabó con su escisión y reparto entre los dos bloques ideológicos de la época; Alemania ha purgado hasta la saciedad durante estos sesenta años las pavesas de la barbarie por todos conocida.

Hasta la Iglesia Católica, a su manera, ha solicitado el perdón de los ciudadanos del mundo por la dilatada etapa histórica en la que sometió, aterrorizó y asesinó cruelmente a cientos de miles de seres humanos bajo los pretextos más inhumanos y retorcidos.

No es que fuese necesario, dado el amplio sector de las sociedades que justifica de una forma u otra sus procedimientos y que resulta suficiente para dotarla de inmunidad histórica. Pero el hecho reconocible y tímidamente plausible es que lo ha hecho, y la Europa lameculos y condescendiente lo positiviza y santas pascuas, aquí no ha pasado nada.

Pero el caso de los EEUU es, como poco, llamativo. Como sabemos, durante el último medio siglo ha capitaneado una cruzada contra lo que se ha denominado armas de destrucción masiva, iniciando guerras preventivas disfrazadas de cínico altruismo contra cualquier Estado soberano que le saque la lengua.

Se incorporó a la última Guerra Mundial cuando no le quedó otro remedio, habiendo permanecido hasta entonces observando taimadamente desde su atalaya cómo medio planeta era arrasado y sometido. Sólo cuando sus intereses y territorio estuvieron sobre el tablero de risk, intervino.

Sesenta años después y bajo la clarificadora perspectiva del tiempo, ¿hemos olvidado cómo acabó esa guerra? al margen del simple hecho narrativo, algún educador se ha atrevido a entrar en el análisis de lo que significa -una vez desintoxicados del buenismo con que a lo largo de estos años se ha impregnado el asunto- detonar dos Bombas H sobre dos ciudades de cientos de miles de habitantes? ¿Resulta éticamente aceptable que nadie señale con el dedo a quien ordenó el acto más monstruoso llevado a cabo contra la humanidad?

El aparato de marqueting de los EEUU es dispositivo de guerra más sofisticado creado hasta el día de hoy. Mientras los creyentes, en Occidente aún tiemblan cuando en las mañanas de domingo se les sermonea con la destrucción de Sodoma y Gomorra, miles de personas aún sufren los atroces efectos de la radiactividad de aquel fuego que también bajó del cielo y que les inoculó un mal que pasará a sus hijos y los hijos de sus hijos en incontables generaciones venideras.

Tácitamente, se nos enseña en las escuelas que no había otra forma de acabar con la conflagración, no se plantea la menor duda sobre el acto en sí mismo, de forma que no hay lugar para establecer un enjuiciamiento objetivo sobre un hecho contemporáneo de una gravedad sin precedentes.

Cierto es que EEUU no es el único que ha masacrado países enteros. Las guerras en Africa, la URSS y la actual Rusia, entre otros, demuestran lo contrario. Sin embargo, existe una diferencia fundamental. EEUU sigue paseándose por los foros internacionales como valedor de la justicia y defensor de la vida y la dignidad humanas, mientras su esencia, su filosofía y su moral colectiva sigue siendo la misma que aquél día no tuvo el menor atisbo de piedad con cientos de miles de seres humanos indefensos.

Aquella guerra, quién sabe si afortunadamente, la perdieron "los malos". Pero, ¿podemos estar seguros de que la ganaron "los buenos"?