Hace lustro y medio, el progresismo era la moda. Progresismo significaba la ruptura con los conceptos tradicionales, suavización de los criterios y prejuicios favorables a sentencias populares discriminatorias u ofensivas para grupos o costumbres tenidos por minoritarios y/o amorales. En vista del éxito experimental de la nueva ingeniería social, el ala conocida como Conservadora empieza la contraofensiva minimizando el término para ridiculizarlo, como primer paso hacia su desacreditación. Lo primero es referirlo en minúsculas, que es lo que más suele doler. No hay más que ver cuán eternamente ofendida se expresa el alma inmortal de un católico si las referencias a Dios se expresan en minúsculas.
Así nace el vocablo despectivo progre, que engloba toda corriente de expresión que no cuente con el beneplácito del nacional-catolicismo español de toda la vida. A través de la blogosfera se ha extendido rápidamente como arma de descalificación masiva, un cruel procedimiento estigmatizador que, en teoría, le inhabilita a uno como ciudadano.
Pero como está demostrado que todo es susceptible de empeorar, la corriente Neocat al completo conviene el cuño, a modo de puntilla al Progresismo, de un invento aún más innovador e imaginativo: lo políticamente incorrecto. Un políticamente incorrecto no es más que un rebelde con causa -y oficialmente censado- contra la dictadura nazi/genocida de ZP. Ahí es nada. Un valiente que se atreve, a pesar de vivir bajo el yugo insoportable del estricto régimen de censura comunista Zetapeiano, a expresar libremente su opinión, con grave riesgo para su vida, su familia y su patrimonio. Todo un héroe. Una especie de Emo Campeador nadando siempre a contracorriente, combatiendo al infiel. Rotundamente admirable.
Pero la teoría de la evolución funciona, digan lo que digan, y por la vía del desprendimiento surge -o acaba de surgir en este momento- la idea de lo Episcopalmente Incorrecto.
Episcopalmente Incorrecto es todo aquél que no opine que ZP y su cuadrilla son monstruos que cenan fetos recién abortados con patatas y kepchup. Si además eres ateo o agnóstico, encabezarás la lista negra para la próxima cruzada de la cristiandad contra el comunismo.
La opinión pública se decanta en estos tiempos por los autoproclamados Liberales, que son los mismos nacional-católicos de arriba, pero desencantados de nuestra derecha, nieta política del franquismo, pero díscola y tontorrona como la carnal del Generalísimo.
Ahora, reivindicar la exclusión de las ideologías -y sus accesorios- del ámbito educativo, el mantenimiento de unas opciones razonables para interrumpir tu embarazo -si te da la real gana y estás segura de que dirigir una planta entera de unos grandes almacenes no te va a dejar tiempo para la depresión postaborto-, insinuar que el entendimiento entre civilizaciones aún es una opción viable, razonar que el marxismo merece tantas oportunidades como le están siendo concedidas al capitalismo, o exigir que la sotana no oculte el estigma del delincuente sexual, te hace quedar como el culo. Te has pasado de progre, que normalmente ya no se atreven a tanto, y te has precipitado al abismo de lo Episcopalmente Incorrecto.
La minoría católica militante está ganando la partida, y no está de más reconocerlo, y felicitarles por ello. La ignorancia, cuando es elegida y se combina con el fanatismo, es lo que tiene. Convierte a los seres humanos en moscas cojoneras que terminan por amargar la vida al más pintado, hasta el extremo de que ya igual te da que chupeteen la tortilla o se paseen por el borde del vaso de cerveza.
Así que mira, me voy a rezar el angelus y tocarle las bolas al rosario. Pero que dejen de zumbar un rato...