sábado, 21 de noviembre de 2009

Añorando el LSD

Con la ciencia me pasa lo que con el campo: me apasiona, pero pasados cinco minutos ya me he perdido. Por ese motivo, mi parecer sobre el tema de hoy no tiene demasiada validez y, adelanto, ni siquiera va a quedar aceptablemente documentado y, mucho menos, argumentado. Hoy saco a pasear al instinto y al sentido común.

A lo largo del día escucho novedosas pinceladas sobre la actividad del LHC, la rosca cienkilométrica enterrada a dos pasos del mismísimo centro de la tierra, un juguete tecnológico de seis mil millones de euros (6.000 millones €). Lo escribo como en los cheques para no dejar lugar al error. Un protón solitaro ha dado la vuelta al ruedo, y nadie aclara a dónde se dirigió después. Alegría y aplausos porque los pájaros, acérrimos enemigos del superacelerador de partículas subatómicas, ni se han percatado esta vez.

Reflexiono sobre la cualidad que ha llevado al hombre, indirectamente, a la cima de la cadena alimenticia. Y no es la capacidad de construir supermercados como churros. Es la curiosidad. A juzgar por las cuentas resultantes tras la construcción del LHC, la curiosidad no tiene precio. O lo tiene, mejor dicho, pero elevadísimo.

Tras la reflexión, el vicio de pasar a la deducción. Los conocimientos derivados de los intentos de diseñar cerebros mecánicos para los sistemas de guía de misiles, dió lugar a los ordenadores domésticos.

La investigación de la luz láser para su aplicación armamentística, propició su exitosa extensión a la medicina, así como el estudio de la radiación nuclear para los paquetes de medidas preventivas en caso de guerra atómica.

El Proyecto Genoma Humano, al que nadie daba por concluido antes de 50 años, ha sido completado en una sexta parte del tiempo estimado, dada la prisa por conocer sus expectativas de aplicación en eugenesia demócrata-liberal, diseño de unidades militares humanas especializadas y la industria privada de bebés a la carta para papás cuyo mayor bulto se aloja en la cartera.

Éstos y muchos otros que omito, logros científicos de valor humanitario incalculable, pero todos igualmente iniciados con la más miserable de las intenciones: alcanzar el poder indiscutible, absoluto.

Todos financiados generosamente desde las más variopintas órbitas económicas del planeta, todos ambiciosos ojos puestos en la probabilidad de éxito de una inversión de futuro, jugando una lotería a medias que si toca, cada cual obtiene la parte proporcional del capital aportado.

Pero el caso del LHC ha sido distinto. El objetivo perseguido es exclusivamente humanista: la búsqueda del origen. Pasar a cámara lenta y regodearse en el instante sublime de la creación, la chispa inicial que... Con todos los respetos y solicitando la excusa de los lectores: Y una mierda.

Los lánguidos científicos y científicas, debidamente adoctrinados y apesebrados, se han pasado el día narrando esperanzados y emotivos descubrimientos de nuevos aspectos de la física cuántica, escenificando románticos encuentros de partículas de nomenclatura tipo startrek, mientras los voyeurs algebraicos se excitan como adolescentes, ante orgías de hadrones, protones y taquiones retozando, entrechocándose, rozándose, despidiéndose y, como algunos amantes al término, destruyéndose, mientras tras las vidrieras del laboratorio los estudiantes toman notas apresuradas sobre el devenir del espectáculo.

Utilizando un símil taurino, hay que decir que los ensayos del día de hoy ha sido como si el chico de los altramuces hubiese hecho el paseíllo. Un protón es un tonto de los cojones. El último mono del circo.

Uno de los gobiernos españoles compró una participación del 8% del décimo. EEUU avaló el proyecto y el resto de países pudientes se animaron. ¿He de creerme que Bush, un creacionista nato, iba a molestarse siquiera en mirar la octavilla de publicidad del proyecto si, tras la máscara del altruismo científico no se escondiese la remota posibilidad de rentabilizar la apuesta sobradamente? ¿y que la fecha pactada y posteriormente fallida para el estreno del artefacto (mediados de 2008) no serviría de glorioso colofón al término de su mandato presidencial?

La cuestión quedaría reducida, como tantas veces, a una simple cuestión de dinero, ni no fuese porque cabe la posibilidad -quizá remota, quizá no- de que en esta ocasión la ambición desmedida de unos cuantos pueda estar arriesgando a cara o cruz aquéllo que no les pertenece.

En la debilidad propiciada por un instante de exultante soberbia que no ha sabido controlar, una científica española agregada al proyecto LHC ha dicho, textualmente, que es la primera vez que se va a realizar un experimento similar. Después, un silencio sobrevenido. Unos instantes en los que apostaría a que el entrevistador se ha hecho algo en los pantalones. Yo he estado a punto.

Ni una sola pregunta más. Despedida seca y cordial, y siguiente tema: las mariposas de Aranjuez.

La información que se está facilitando sobre la agenda del LHC es de dos tipos: convincente para los pseudo-expertos, y sesgada para los ciudadanos de a rodilla.

No tengo la menor idea de qué puede haber tras una inversión de 6.000 millones de euros. Quizá el objetivo prioritario es la determinación, el apunte a una difícilmente imaginable fuente de energía de naturaleza cuántica.

Es mucho más que probable que todo lo anterior quede en una simple paranoia, y nadie más que yo lo desea. Opto porque todo este tinglado acabe con una inabarcable ampliación de conocimientos sobre de la materia, las partículas, los haces de neutrones, los rayos cósmicos o los campos de ajos de Montalbán.

Quizá unas exageradas expectativas depositadas en este evento me haya producido un inesperado efecto obsesivo-persecutorio. Pero hoy tengo la sensación de vivir en un polvorín, y ahí a mi lado pero fuera de mil alcance, un niño, pequeño e ignorante, y está jugando. Con una caja de cerillas.

La del incurable avaro que intenta huir con todo el tesoro, para acabar aplastado por él. La primera vez que contemplo la posibilidad de que la humanidad esté ofendiendo a un dios: el dios de la prudencia, de la paciencia, de la oportunidad. Como si el satán de la ciencia nos hubiese escrito sus promesas falsas con tiza en la pizarra de un laboratorio, seduciéndonos de que todo ha de ocurrir tal que cual está profetizado tras miles de caracteres inescrutables, el lenguaje de los brujos del futuro.

Posiblemente, se trate tan solo de una estrategia de ZP para apartar nuestra atención de sobre su crisis. De hecho, Rajoy ni lo menciona, por lo que resulta bastante probable.

Cómo añoro los tiempos en que los mayores riesgos se contenían en las siglas LSD.