miércoles, 5 de noviembre de 2008

La Memoria Anónima. borrar

Casi todos nos vamos de este mundo de puntillas. Nuestra biografía anónima apenas sobrevive dos generaciones antes de diluirse definitivamente en la amnesia del desinterés de quienes vienen detrás por conocer de quién provienen. En la película "Enemigo Mío", la tradición de la raza de uno de los protagonistas, prescribía que todo individuo tenía como primera obligación vital el conocimiento y transmisión oral de su genealogía a sus descendientes, de forma que cada individuo no era sino el representante vivo de la memoria de todos aquellos que le antecedieron. Eran una especie de iguanas evolucionadas.

No son pocas las culturas humanas que rinden culto a sus antepasados. Aún así, si algo perdura en la memoria hereditaria de los parias, son los contados hechos loables -y deformados por el tiempo- del tatarabuelo, en el mejor de los casos. Pero quién fue, porqué, sus errores y, en definitiva, su humanidad -único testimonio de su existencia- se habrán evaporado para siempre a los pocos años de su desaparición. En realidad, es como si nunca hubiesen nacido.

Es lo ocurrido a muchos hombres y mujeres que dedicaron su vida a construir la dignidad y honestidad de otros seres humanos, empeñados en imbuir en sus mentes el discernimiento y la dimensión real del mundo que les rodeaba.

Fueron, y son, muchos. Pero hoy, de entre todos, me viene un nombre, reverdecido mientras repasaba viejos papeles, notas y apuntes de una época en la que aún estaba de vuelta de todo, recuerdos de una vida que ya parecía vivida, la sabiduría conque nos embadurna la inexperiencia.

El Goliath de cabeza de huevo, ojos saltones y parlanchines, de gruesos labios infalibles traductores simultáneos para sordomudos. Amante de todo lo amable, destructor crítico, impredecible y certero como un rayo, estrujador de conciencias, hazmerreir de los lerdos, espectador exigente, manirroto de las verdades con minúsculas.

Quien sólo le recuerde como un extravagante impartidor de clases de francés y filosofía, quizá tenga razón.

Pero Otto Wagner dibujó y abrió en muchos adolescentes, para bien o para mal, puertas sobre paredes que parecía lisas, en una época donde disentir, elevarse y desentrañar la relación entre las cosas, salirse del rebaño, ya empezaba a ser el primer paso hacia el ostracismo.

Ojalá otros que te conocieron más y mejor escriban y abunden, algún día, sobre quién fuiste, antes de que sean sus propias memorias las que se esfumen. Como un ínfimo y tardío homenaje, hoy leeré una página de Zubiri.