Estamos anclados a este planeta. Encerrados y revueltos en una angosta urna de cristal que nos concede la vista del Universo como una limosna, pero que apenas permite la respiración de las ideas sin obligarnos a respirar el vaho -a veces envenenado- del que, como nosotros, se ve empujado, amontonado y convertido en un mero transmisor de estereotipos.
Antes, cuando éramos un puñado de miles y tras el horizonte aún podíamos encontrar caminos desiertos, infinitos terruños sin dueño, huir era una cuestión de voluntad. Qué es la libertad, sino que la certeza de poder escapar.
Ahora podemos, como el Principito, contemplar un amanecer o una puesta de sol continuas, sólo con movernos a match-tres en dirección al sol, pero sin la posibilidad de extraviarnos de nosotros mismos. Porque la tierra ha perdido la virginidad y allá por donde nos dejemos caer será terreno conquistado, con sus latas de cocacola por el suelo, sus tradiciones desalentadoramente ancestrales y sus colillas pisadas por doquier.
Halcón Viajes se ha convertido en el catálogo de la resignación; y menos mal, porque sin la posibilidad de comprar la sensación de libertad, capaz de transformar a un gris obrero agobiado en colorido turista despreocupado, el trauma post-IRPF se haría insoportable.
Antes, cuando éramos un puñado de miles y tras el horizonte aún podíamos encontrar caminos desiertos, infinitos terruños sin dueño, huir era una cuestión de voluntad. Qué es la libertad, sino que la certeza de poder escapar.
Ahora podemos, como el Principito, contemplar un amanecer o una puesta de sol continuas, sólo con movernos a match-tres en dirección al sol, pero sin la posibilidad de extraviarnos de nosotros mismos. Porque la tierra ha perdido la virginidad y allá por donde nos dejemos caer será terreno conquistado, con sus latas de cocacola por el suelo, sus tradiciones desalentadoramente ancestrales y sus colillas pisadas por doquier.
Halcón Viajes se ha convertido en el catálogo de la resignación; y menos mal, porque sin la posibilidad de comprar la sensación de libertad, capaz de transformar a un gris obrero agobiado en colorido turista despreocupado, el trauma post-IRPF se haría insoportable.