miércoles, 18 de agosto de 2010

Fotografía: noticias.es.msn.com
Las cifras cuadran. Mientras el cincuenta por ciento de los españoles padece estrés post-vacacional, el otro cincuenta por ciento sufre desempleo, merma de sus pensiones o es víctima de un sistema educativo al que calificar de "penoso" sería piropearlo.

 No indica el estudio -es de suponer que tras cifras tan precisas existirá un pulcro estudio- cuál podría ser la raíz, la causa de los síntomas, exceptuando la escueta alusión a su equivalencia con volver al infierno.

Pero, ¿quién nos dice, tan ambiguo y escurridizo como es el sentido de la existencia, que el tal estrés no es una reacción alérgica encubierta contra los sinsabores vacacionales? ¿quién no ha regresado, en alguna ocasión, tras realizar el que su imaginación presentaba como el viaje de su vida, pero freudianamente defraudado y con tres mil eurazos -que tampoco sobraban- menos en la bolsa, para los que a destiempo se le ocurre un destino mucho más sensato?

Los expertos, en su candidez de expertos, proponen una serie de remedios a cada cual más obvio, infantil y, por tanto, ineficaz.

El mío es el siguiente: unos días antes del temido retorno, auto sugestionarse con la idea de encontrar a su regreso, en el buzón, la notificación de despido de su empresa o la suspensión de sueldo, que no de empleo, por alguna picaresca laboral que Ud. mejor que nadie conoce.... acérquese temeroso, llavecilla en mano, convencido de que en el interior del cajetín metálico encontrará, ensobrado con satánico mimo, el certificado de finalización de sus días felices.

Si todo ocurre según lo previsto, su primer día de trabajo se convertirá en su apoteosis inicial, en un reencuentro lúdico/romántico inolvidable.

En caso radicalmente contrario, ni este blog ni sus administradores se hacen responsables de... bla...bla...bla...

Al fin han sido apartadas de la frontera marroquí esas tentadoras mujeres policía de cabellos ceñidos con gorra, sus esposas al cinto, sus cueros centelleantes y provocativas porras multifuncionales colgando de la cadera, que a buen seguro haría las delicias de más de un embabuchado aficionado al bondaje. A joderse tocan, ellos y la Menestra de Igualda-questéncomoque-nostén que, que yo sepa, no ha dicho ni mú, por decir algo en favor de la ganadería.

Aunque la fama de porculeros la tienen los vecinos de arriba, en este caso los de abajo no les van a la zaga, y parecen decididos a dedicar vida y hacienda a mangonear las zonas comunes, aprovechando la timidez del colindante, que calla y calla por ahorrarse soeces disputas de patio. Y es que el que tiene clase, tiene clase. Y sólo éso.

Parece mentira que el Islam, de jovencito, cursara en la Península Ibérica su flamante beca Erasmus particular durante varios siglos. Es como para que ya nos conociera.

Que disfrazar a sus hembras de “Kinder Sorpresa” andante no hace sino soliviantar, aún más si cabe, la curiosidad y concupiscencia de los varones nacionales; que si en verdad desean que sus mujeres -esposas, hijas y resto de parientas- pasen inadvertidas, nada mejor que confundirlas con el paisaje, con el paisanaje.

Quijotes e idealistas como somos, una bulto misterioso, aunque contenga una mierda, siempre nos llamará más la atención que un rosado y poco hecho entrecot a la pimienta despatarrado sobre el plato, que éso ya se lo preparan muchos en casa.

Parece mentira, ya digo.

Éso de la “Erótica del Poder” deber ser una milonga, porque un alcalde rústico del PP se ha soplado él solito 5700 euros en llamadas telefónicas a líneas verdes, y no precisamente del SEPRONA. Es un ejemplo evidente de desorganización y falta de conocimiento y aprovechamiento de los recursos internos del propio partido. Teniendo tanto donde elegir, ¿habrá morbo mayor que la voz de Espe, insultante y socarrona; ese timbre con mechas y sabor a cóctel raro, de Cospedal; el discurso de teleoperadora, sensual y regordeta de Santamaría jugando a caperucita dispuesta a comerse al lobo; o la gangosa y whiskera -voz- de Celia llamando al pan pan y al pene, polla?
Estos demócratas cristianos, siempre buscando fuera lo que tienen a espuertas en su casa.