La vena payasa que todo norteamericano lleva impresa en sus genes o en su propia Constitución, le está aflorando a Obama. Sigue lanzado y aún no se percata que ha terminado la campaña electoral, motivo por el que empiezan a sobrar los gestos de sensiblería familiar que tanto mandan a la hora de elegir papeleta.Así que, en lugar de escribirle carta gruesa al Fondo Monetario Internacional, consume sus últimas horas de asueto propio de ciudadano libre, en contarle a sus vástagas el motivo por el que en los últimos meses han gozado de prebendas impropias de su edad, ingerir guarrerías, acostarse a las tantas, vestiditos a juego, e informarlas e informarnos, de paso, de chismes familiares con moraleja.
Por aquellas tierras del maíz deben usar a saco el pesticida de la tontería mezclado con vete a saber qué hierbas, y una pizca de incienso, porque a este paso va a dejar a la mismísima santa beata Sara Palin a la altura de una madame prostibularia.
Mal, muy mal empezamos, Mr. Obama.


