jueves, 15 de enero de 2009

Vena payasa.

La vena payasa que todo norteamericano lleva impresa en sus genes o en su propia Constitución, le está aflorando a Obama. Sigue lanzado y aún no se percata que ha terminado la campaña electoral, motivo por el que empiezan a sobrar los gestos de sensiblería familiar que tanto mandan a la hora de elegir papeleta.

Así que, en lugar de escribirle carta gruesa al Fondo Monetario Internacional, consume sus últimas horas de asueto propio de ciudadano libre, en contarle a sus vástagas el motivo por el que en los últimos meses han gozado de prebendas impropias de su edad, ingerir guarrerías, acostarse a las tantas, vestiditos a juego, e informarlas e informarnos, de paso, de chismes familiares con moraleja.

Por aquellas tierras del maíz deben usar a saco el pesticida de la tontería mezclado con vete a saber qué hierbas, y una pizca de incienso, porque a este paso va a dejar a la mismísima santa beata Sara Palin a la altura de una madame prostibularia.

Mal, muy mal empezamos, Mr. Obama.

Pueblo Elegido

Es el rol que la amalgama judía ha escogido para sí y el resto del mundo. Pueblo Elegido por Dios, con mayúsculas, como se escriben los dioses estúpidos, crueles y de menguante sesera.

Salpicada primero e inundada después, de suculentas mentiras sobre éxodos improbables y deportaciones juradas -que no comprobadas- el más posible de los pasados indica que Israel, la Israel mesiánica de muchos siglos atrás, ni huyó ni sufrió en la exagerada medida de la que tanto gusta de alardear; más bien ocurrió lo que a cualquier pueblo sucede por simple regla de tres de la sociología natural: se mezcló -si es que no lo estuvo siempre- con el entorno humano que compartía, olvidando sus raíces, convirtiéndose a las nuevas corrientes religiosas que nunca dejan de circular, como el tifus en los ambientes malsanos. No significa ésto negar la realidad sefardí.

Sin embargo, es lícito sospechar que o bien Yavéh erró en la divina elección, decantándose por una de las tribus de más soberbias, despiadadas y astutamente malvada del planeta, o la sangre vertida en estos años de locura es mucho más judía de lo que su inexistente conciencia podría soportar.

El victimismo bien llevado confiere a la presa el poder y el derecho más cruel y depredador, le habilita ante el mundo para resarcirse con creces de las ofensas y perjuicios recibidos en el pasado. Entre las muchas caras del omnipotente poder terrenal, el híbrido económico/militar acalla las bocas y neutraliza el escozor de conciencias, provoca impotencia y dolor abdominal. Consulte a su farmacéutico.

Tan sólo el indio loco y sin dios conocido, Evo, ha tomado la drástica medida de tapiar las relaciones diplomáticas con los sabios de sión, al tiempo que se desmoronaba parte de la sede de la agencia de las Naciones Unidad para los refugiados. En Gaza, por supuesto.

Y es que no ha nacido aún la resolución del Consejo de Seguridad de la Onu capaz de apaciguar la cólera de Yavéh.

El café del Seññoritto...

No crean ustedes que no es una suerte que el más reciente expresidente de éste nuestro humilde país, carezca del más elemental sentido de la honestidad, amor propio y vergüenza torera.

Ahora que el César saliente reparte azucarillos a sus fieles animales de carga por los servicios prestados, a nuestro burro insignia por un largo período de ocho años, ni mentarlo.
Yo, personalmente, pasaría el resto de mi vida sin volver a mirarme a un espejo, no sin antes contratar los servicios de Jiménez Losantos para que dedique el resto de su carrera a hundir en la miseria al ingrato yanqui que, de un día para otro, le arrancó de su corazón, ninguneándolo como a un Zapatero cualquiera, dejándole tan sólo el recuerdo amargo de su semen en el bigote, que no hace tanto se hubiese relamido con fruición por el simple regalo de una sonrisa, de una palmadita espaldera suya.

Qué tendrá Blair, que no tuviese él.
Su mirada, su olor, su forma de caminar.
Tal vez algún soldado inglés,
muerto en Irak.
De haberlo sabido, habría sacrificado
alguno de los nuestros,
muertos, de todas formas,
en Afganistán.

Podría decirle -igual se lo traga-
que tres docenas -o más-
de aguerridos hispanos fueron abatidos
a bordo de un Yak
mientras defendían a Ryan
en pleno Bagdad.

Que, decidido y valiente,
se disponía a prestar
a la cruzada del moro
el submarino Prestige
-último grito en nuclear-
cuando el osado Bin Ladden
premeditado, alevoso,
como es de esperar,
en hábil viraje
hundió nuestra nave
en el fondo del mar.

En memoria de lo que pudo ser, y no fué.