miércoles, 28 de mayo de 2008

El Papel del Estado.

Varios son los papeles que juega el Estado en la vida de los ciudadanos. Sin embargo, de todos ellos, hay un papel que destaca por su importancia en todos los ámbitos y, muy especialmente, cara al futuro. No, no es el que estás pensando; se trata de un papel mucho más simple. El papel de escritorio.

No hace tantos años, con la implantación universal de la informática en la empresa tanto pública como privada, esos nefastos -y demasiadas veces desacertados- agoreros que son los medios de comunicación, vendían a voz en grito que la era del papel escrito llegaba a su fin. Iba a decir "nada más lejos de la realidad", pero me lo pienso mejor y lo dejo en un simple y una mierda.

No voy a referirme al papel empleado en la impresión de noticiarios y literatura que, sobre todo en el caso de ésta última, afortunadamente sigue utilizándose soporte material.

Aludo al papel consumido por la administración, por todo tipo de administración, y en la publicidad masiva que mediante el buzoneo se reparte por una gran mayoría de domicilios.

Cuando eran utililizadas las máquinas de escribir, un error en la escritura se traducía en una maldición -con o sin palabra gruesa, o muy gruesa- seguida de la sacudida al bote de tippex y la delicada labor de pintar de blanco la errata, un suave soplido de unos breves segundos tras los que a algunos nos sobrevenía un ligero mareo. Y quedaba como nuevo. Existía incluso la solución de la mosca, tachoncillo venial que el futuro lector entendía como error humano y como tal pasaba por alto.

Al día de hoy, sin embargo, repasas el texto en el monitor una y otra vez, pasas el corrector ortográfico y, ya seguro de tí mismo, ordenas imprimir. Retiras el papel y, meticuloso tú, relees, confiado y lleno de satisfacción. Diablos, jodida coma, que contigo ahí no se entiende un pimiento. ¿Pero quién le ha dado permiso al corrector para cambiar "bufando" por "bufanda"? Como la olivertti está en situación fósil e inutilizable hace lustros, no tengo más remedio... archivo - imprimir - una copia.

El primer folio, defenestrado, a la papelera. Y contando con que, con el cabreo de la coma y la bufanda, no hayamos pasado por alto algún error más, que se traducirá finalmente en el empleo de un número de folios superior a 4, en lugar de la única hoja que cándidamente habíamos previsto usar.

¿Y las fotocopias? fotocopias para todo, en cantidades ingentes, proporcionadas por estas nuevas máquinas que te hacen dieciocho copias por minuto. Así que, oye, mejor que sobren que no que falten. Pero... ¡ondia, que eran por las dos caras! ¡para éso! ¿parar? ¿y cómo se para? Y mientras la máquina, desbocada, tras-tras-tras... ya se para... vaya montón de papel... para nada... en fin, habrá que volver a empezar.

El resultado se traduce en toneladas de papel que diariamente se van al cielo, porque, digan lo que digan, el porcentaje de papel inútil que se recicla sigue siendo irrisorio.

Los Tribunales solicitan constantemente de las administraciones fotocopia de multitud de expedientes. Sumando que las fotocopiadoras tienen vida y opinión propia, y que suelen colocar en la tarea reprográfica al operario torpón, el resultado viene a ser que diariamente se va a la basura un cantidad de papel tal que ni Rajoy tiene ovarios de plantar la cantidad de árboles necesaria para su sustitución.

Hacienda, la divina Hacienda, que en un alarde de modernidad envía a millones de ciudadanos un presuntuoso borrador de al menos cinco páginas cada uno. Abres el sobre, echas un vistazo, te admiras de lo que sabe esa gente sobre tí. Ahora sonríes, satisfecho. Se les ha escapado un detallito... 23'76 euros... pero oye, son míos... así que me voy para la Delegación chutando, que me la tienen que rehacer, por mis siete churumbles, que sí. Cinco páginas de media, multiplicado por varios cientos de miles... otra burrada.

Y éstos es sólo el botón de la muestra. Seguro que con poco esfuerzo, encontramos muchos más ejemplos de la alegría con que la Administración en particular, y las empresas en general (publicidad tipo "a ver si pica") desperdicia una vez más los recursos y dineros de todos.

Por cierto, no quiero dejar pasar la ocasión sin dejar la siguiente recomendación: Cuando (generalmente una financiera) os envía la pubicidad e impreso para solicitar un crédito, suele acompañar un sobre para remitir la conformidad. Este sobre va con franqueo pagado en destino, o algo así. Oportunidad de oro. Escribid una nota haciendo un repaso airado a la catadura moral de los ancestros del firmante, lamed cariñosamente el borde, cerradlo y echadlo al buzón.

El Batallón de Beatillas de ZP

Algo se venía ya barruntando hasta por los menos despiertos. Lo que no cabía en cabeza alguna era que el Presi aprovecharía la distracción -en este mayo florido y lluvioso- de las fuerzas de la izquierda viva -la irreductible Izquierda Unida- radicadas en Córdoba cual Covadonga de la lucha proletaria y aconfesional, para dar un espaldarazo definitivo a las aspiraciones del Estado Vaticano a través de su embajada en España, la Conferencia Episcopal.

Y son ya son dos victorias seguidas en una semana para Rouco, que a este paso se orgasma con el puño y la rosa como fetiche, de este PSOE que, afortunadamente, se ha venido descafeinando desde los tiempos ya inmemoriales del políticamente difunto Felipe, que sería lo que fuese, pero que tratándose de grupos terroristas era un genio, incluído el que ahora me ocupa.

Concretando, que mientras el pepé mueve su culo indeciso entre la silla del centro derecha y la suya de siempre, la silla de la derecha española y de las jons, aprovechan los socialistas el susodicho baile de la silla y se quedan con la del centro derecha nacional católico, siendo tanto así que van mis marxistas muchachos y dicen que no pasa na, que los
símbolos católicos no comen pan ni piden los 400 euros, luego no estorban para nada.

La izquierda viva se ha quedado de piedra, tan de piedra que ni resuella, mientras Mariano encuentra por fin alguien que le da la razón en algo. Fray José Luis de Zapasilos. Bueno, y Pilar Cernuda, pero a ésa ya la tenía en el catre hace tiempo.

A qué lumbreras se le habrá ocurrido, con lo malita que está la cosa, sacar ahora a colación el asunto de los símbolos ésos, con la de crisis que hay, con los ahorros del superávit dando las boqueadas, con la que está liando Gallardón, con el petróleo a precio de Fino Tio Pepe y demás titulares de telediario.

Pues a Llamazares "el ocioso", cómo no, que no tiene otra cosa en qué pensar, que ya que no tiene casi voto, el hombre quiere tener voz, así que
berrea, berrea y pide lo imposible, sin caer en la cuenta de que en vista de los buenos resultados de las misas para que llueva, Bono está enseñando a rezar al agobiado ZP, para que el dios de los católicos, Rouco mediante, le arregle el culo a la hucha del Estado, que se le está saliendo la calderilla.

Así que sms presidencial al canto, "a todos los contactos",
consigna del día: que lo de los símbolos, nanay, que nada de cabrear a Mariano, y mucho menos a Dios, no vaya a ser que exista, que después de lo de Traguas no me fio ni de Jesús Quintero. Y otro sms para la Vicepresidenta: y ésto también vale pa tí Mari Tere.

Y yo lo veo bien. Ya va siendo hora de que los ciudadanos nos impliquemos y denunciemos, si hace falta de nuestro bolsillo, así, en plan patriótico total mix, que vivimos demasiado confiados y el Estado no puede estar en todo.

Antonio Burgos, otra vez te precipitaste, el batallón no era de modistillas. Era de Beatillas.

martes, 27 de mayo de 2008

¿Porqué en Italia?

La naturaleza está llena de casualidades. Un rincón en el patio, donde nunca llega el sol, en el cual la humedad tarda en evaporarse más que en cualquier otro lugar. Así que, cuando vas a acordar, ya tienes la dichosa verdina haciéndose dueña y señora de la situación, invadiendo toda superficie sometida a las mencionadas condiciones.

¿Casualidad? Pues posiblemente el mismo tipo de casualidad que hace que La Mafia y El Vaticano hayan confluido en ese rincón del patio mundial que es Italia. Observando detenidamente, las condiciones son análogas. La falta de luz que implica la religión, sumado al ambiente saturado que proporciona la Mafia. La proliferación de ambos en perfecta simbiosis responde a la necesidad y consecución de objetivos comunes, estructuras jerárquicas basadas en idénticos principios y métodos aprendidos mutuamente.

El Vaticano llegó antes, sus sagaces ideólogos, ya desde la antigüedad y tras catar alguna que otra sede provisional, decidieron establecer su centro neurálgico en esta tierra, poderosa y agitada al mismo tiempo. Muchos siglos antes de la invención de la televisión, los políticos de la época apreciaron rápidamente el poder que otorgaba la nueva ideología para el fácil manejo de las masas, con herramientas sociológicas muy simples.

Ambas, Mafia e Iglesia Católica, se complementan mutuamente a la perfección. Mientras la Iglesia, en origen, se excusa en la ganadería aplicada al ser humano, que es tratado socialmente como un rebaño, la Mafia siciliana se inclina por la agricultura como razón de ser, brindando ambas una protección que acaba siendo necesaria precisamente contra los mismísimos protectores.

Evidentemente, el éxito obtenido tanto por la Iglesia como por la Mafia no se debe a la vehemencia de su verbo, sino a la combinación de sutilidad con la oligarquía y brutalidad con los individuos no asimilables, que resultan desacreditados y despojados de sus bienes, cuando no simplemente asesinados, todo ello mediante técnicas que se han perfeccionado paralelamente al crecimiento institucional, económico, político y mediático de ambas organizaciones.

En Italia, encausar a un mafioso es una tarea laboriosa y casi siempre estéril. Juzgar y condenar a un miembro de la Iglesia por alguno de sus numerosos delitos tanto en el ámbito civil como en el penal, es imposible.

¿Dónde está la diferencia?

viernes, 23 de mayo de 2008

La huida de pinza.

Dicen que eso de volver de la guerra deja secuelas de por vida, y algo de verdad debe haber en tal afirmación. Y no es que tenga en mente al inolvidable Rambo y su mochila de traumas vietnamitas. No es necesario ir tan lejos.

Viene la cosa a cuento de que, tras ser enrolada en el Ministerio de Defensa y librar en sus primeros días de desempeño una intensa y cruenta batalla mediática, Carma Chacón se ha quedado tocada. Y muy tocada, sin tener que echar mano a la broma fácil del tocólogo porque, tras dar a luz su tierno infante, ha mostrado claros síntomas de perder, en ciertos aspectos, el norte. ¿Causas? pues vaya usted a saber, igual ZP le ha prohibido terminantemente la depresión post parto y a Carma no le ha quedado más salida que romper por donde buenamente ha podido.

La cuestión es que, según los medios de desinformación, se ha dejado caer con algo parecido a «Ser madre es algo maravilloso que no tiene explicación ni comparación con nada».

¿Para qué se gasta el Estado trillones en los cursos de preparación al parto? ¿para qué tanto libreto público sobre sexualidad, causas y efectos? ¿para que ahora toda una ministra predique que la maternidad no tiene explicación? ¿cómo vamos a trasladar tal dislate a nuestros hijos, ahora que empezaban a asimilar el juego de la semillita, sin pedir más explicaciones?

El Foro de la Familia, en nota de prensa hecha pública esta mañana, asegura que se trata de un milagro, que resulta evidente que la ministra no ha conocido varón, a pesar de su estado civil, y que ha vuelto a producirse el prodigio, por segunda vez en la Historia, tras lo cual el Ejecutivo ha convocado inmediatamente el concurso-subasta para elegir a los Reyes Vagos encargados en nuestra Era de adorar al Niño Chacón. Juan Carlos ostenta, de momento, la máxima cualificación, por méritos y capacidad, para aportar el Oro, aunque, dada la necesaria actualización histórica, no se descarta su sustitución por acciones de Mobistar.

Entretanto la ministra, que no sale de su asombro, ha decidido recibir en un apartamento situado cerca de su centro de trabajo -una especie de portal-, esperándose en las próximas horas la visita del Dalai Lama que, visiblemente contrariado, aboga por la laicidad del Estado Español y la igualdad de oportunidades para todas las religiones sin excepción, lo que le ha llevado a sugerir que el Niño Chacón tiene las mismas posibilidades de ser el nuevo Mesías, como de convertirse en la nueva reencarnación del Gran Lama. Los islamistas no se han pronunciado al respecto, alegando que Asenjo ya les causa suficientes problemas.

Por otra parte, la Asociación de Ginecólogos se ha desmarcado del asunto y están dispuestos a jurar sobre la Biblia de Carlos IV que ellos no han sido, que aportaron únicamente explicaciones médicas, y han puesto a disposición de la prensa los distintos informes evacuados a lo largo de la gestación.

Tras un minuto de intenso debate, desde esta Redacción se ha acordado considerar las palabras de la ministra como una atropellada huida de pinza (delirium tremens post-parto, en términos médicos), y tras consultar afamados psiquiatras, advertimos de la posibilidad de que en las próximas horas y a consecuencia de las presiones sufridas hasta el momento del parto, la ministra vea reflejado a Silvester Stallone en el rostro de su bebé, por lo que quedamos a la espera de un empeoramiento de la situación.


jueves, 22 de mayo de 2008

martes, 20 de mayo de 2008

Hombre Lobo en Londres

No cabe duda que, en la cosa científica, nos la jugamos sin reparos. Me impresiona el arrojo de los genetistas a la hora de mezclar a tontas y a locas, lo que me recuerda aquello que decía que la inteligencia tiene un límite, la estupidez, no. Quién sabe dónde acaba el científico sagaz y dónde empieza el maquiavélico traficante de engendros.

Los británicos inventaron la llave inglesa, ésa que se adapta a lo que haya que enroscar, y con ese currículo uno está convencido que homologarán sensatamente lo que haga falta, así que basta con dejarles discutir el tema sin inmiscuirse; seguro que no harán jamones con ojos, que no cruzarán tigres con bengalas ni osos con hormigas, que esas cosas sólo las hace bien la naturaleza, con mucha paciencia, que es la madre de la Ciencia. Dicen.

Además, para disipar cualquier duda, el Parlamento Inglés lo ha dejado bien claro: los embriones obtenidos de la mezcla genética de seres humanos y animales, bajo ningún concepto se introducirán en el útero de una mujer. Son esas cosas que le dejan a uno sumamente tranquilo y seguro de que todo discurrirá por los cauces positivos de la medicina y la ciencia.

Claro que, de paso y para despejar la duda del viceversa, bien podrían completar la norma y añadir: así como tampoco y bajo ningún concepto, se introducirán los embriones resultantes en el útero de un… animal.

Quien hace la Ley, como siempre, hace la trampa.

lunes, 19 de mayo de 2008


Últimamente, gran parte de lo que leo y oigo me recuerda invariablemente escenas de aquel corto de Buñuel, El Ángel Exterminador, donde el puñado de invitados a una fiesta eran incapaces de salir de un salón, sin razón lógica que lo impidiese.

Finalmente, he concluido que se trata, simplemente, de un efecto secundario –colateral, como dicen ahora- de la hipocresía, tanto propia como ajena. Nada preocupante, por tanto.

Cuando busco un lugar, un ámbito, en el que la hipocresía no se haya enquistado, donde no haya enraizado hasta petrificar la esencia de las cosas, no lo hallo. Y que nadie me proponga enclaustrarme dos semanitas en uno de esos monasterios modernos que admiten visitantes en busca de paz interior, porque es tan engañoso como la calma en el ojo del huracán.

Porqué nos resulta imposible, entonces, salir del círculo vicioso de la vista gorda y la hipocresía.

Probablemente por instinto de conservación, por miedo a que nos arrastre la misma corriente que está ahogando al que, de no peligrar nuestra propia seguridad, tal vez intentáramos salvar.

Ante tantos cadáveres flotando como a diario nos cruzamos, nuestro subconsciente ha de defenderse, inventar excusas que cuajan como el hormigón y forman diques que contienen los remordimientos por consentir tanta injusticia, tanta miseria.

No se engañen los vendedores de hoy en día, los vendedores de cosas, de ideas, de paraísos, de esperanzas vanas, no se engañen, porque no quedan tontos en el mundo. Nadie tima ya a nadie, no compramos sucumbiendo a una artimaña publicitaria. Estamos lo suficientemente advertidos como para picar inocentemente.

Lo que hacemos, lo hacemos porque queremos, porque nos conviene, porque nos causa placer de una u otra forma, porque nos aporta seguridad individual, porque probamos suerte a ver si es éso lo que nos falta. Y maldito el carajo que nos importa las repercusiones que nuestra elección pueda tener sobre los demás. Así funcionamos.

Como los de Buñuel, nos quedamos dentro sin saber siquiera qué hay fuera, porque lo inmediato es lo único que importa. Por eso la Humanidad avanza con exasperante lentitud, porque sólo da un paso adelante cuando nace un loco carente de instinto de conservación, ajeno a dimes y diretes; y ello ocurre cada varias generaciones.

Cuando el loco deja al género humano en evidencia, cuando logra escupirles sus errores y su hipocresía -los errores e hipocresías propios de cada época- entonces y sólo entonces nos vemos empujados, queramos o no, por la evidencia inaplazable y la necesidad de adelantar las líneas de defensa del subconsciente colectivo.

A estas líneas de defensa les llamamos “mentalidad de la época”, y marcan las pautas de comportamiento de las civilizaciones, lo que puede o no concebirse como posible en un momento de la Historia.

Y ruego que nadie suponga que entre tales locos cuento al mítico mesías cristiano –entre otros-, porque a su supuesto paso por este mundo y a la interpretación que de este hecho han arbitrado sus seguidores, debemos buena parte de la ruina ética de la civilización y el germen de enfermedades sociales ya tan arraigadas, que su erradicación es impensable al día de hoy.

Cada vez que un individuo interpone a dios como excusa o motivo de sus actos, por muy altruístas que éstos puedan parecer, la parte de la Humanidad que lo aplaude da un paso atrás, y en esa regresión nos arrastra a todos.

Y escribo ésto por puro convencimiento de que, las más de las veces, necesitamos que nos recuerden lo evidente, lo que nunca hemos olvidado. Empezando por mí mismo.

lunes, 5 de mayo de 2008

Un Tótem de la Utopía.


Hace unos días, ha dejado este Mundo, por su propio pie y esta vez para siempre, Arthur C. Clarke.

Quizá sin pretenderlo, imbuyó en muchos de sus lectores la certeza de que la Humanidad es libre para forjar su destino, y que la naturaleza íntima del ser humano le conduce a convertir el Universo en un segundo paraíso, liberado de la superstición y con la tecnología y la ética como artífices de la felicidad.

Maestro de un género las más de las veces menospreciado, su obra es profundamente literaria, humanista y dotada de una fuerza expresiva y pictórica tan inesperado para el profano que, sorprendido, se sumerge voluntariamente en versiones futuras no siempre venturosas, pero con el inconfundible aroma de la esperanza en que nuestra raza recapacite a tiempo y justifique su presencia en el Cosmos.

Nadie como los escritores, los buenos escritores de Ciencia Ficción, contribuyen a concebir y difundir la verdadera Utopía, a analizar y resolver los conflictos personales y sociales que nos impiden avanzar, evolucionar y configurar un mundo futuro que todos anhelamos, pero hacia el que somos incapaces de hallar el camino.

Tras cada realidad inventada, Sir Arthur C. Clarke suponía una Inteligencia superior, un fin no hostil del que podríamos ser tan sólo un medio, y alejado siempre de dioses tan omnipotentes como falsos y grotescos, sus arcanos y entes suprahumanos estaban sometidos a nuestras mismas leyes físicas, podían ser tocados y olidos, pero carecían del componente autodestructivo e individualista que se interpone entre el ser humano y su felicidad, desviándole constantemente por los atajos del oscurantismo y el fanatismo religioso.

Como le ocurrió a Isaac Asimov, su desesperada búsqueda de una fórmula infalible para lograr que la Humanidad reconsiderase su prepotencia sobre planeta le condujo a imaginar otros seres, aparentemente humanos, dotados de sus virtudes pero concebidos sin sus defectos. Los Robots.

Gracias a ambos, por intentar despertarnos de nuestra insignificancia, y enseñarnos que el futuro jamás estará definitivamente escrito.

Feliz viaje a Rama, Maestro.

viernes, 2 de mayo de 2008

FEUDALISMO SIGLO XXI


Mira que decirle a los escolares que el Feudalismo acabó con la Edad Media… ellos, los críos, entre que a la mayoría les importa poco el tema, y que no saben aún de la misa la mitad –gran parte puede tampoco llegará a saberlo, por simple ignorancia unos o por propia elección otros-, se quedan tan frescos. Y el profesor, igual.

Claro que, cómo explicarles a los angelotes que lo único que diferencia la actuación de los Bancos con la de los nobles de la Edad Media –y no estoy del todo seguro- es el derecho de pernada que éstos ejercían como un débito más de sus siervos para con sus insignes personas.

O es que alguien puede sobrevivir hoy sin mantener una relación continuada con un banco, sin someterse a las condiciones que imponen, sin que cada uno de los aspectos de su vida se traduzca en un minúsculo e ininteligible pliego de condiciones que otorga a los bancos un poder tal sobre nuestra existencia que, de ser conscientes de ello, buscaríamos posiblemente un camino alternativo, por disparatado que nos pudiese parecer.

De todos los elementos que integran el medio social en que nos movemos, el banco es el más mimado, el más ponderado, el más venerado por el Estado, que es, al fin y al cabo, el sumo catalizador de todas las complicadas relaciones que marcan la deriva tanto del Primer como del Tercer Mundo. O debería serlo.

No se puede formar parte de la clase media occidental sin rendir pleitesía a los bancos. Y esta certeza es aplicable no sólo a los asalariados, sino a la totalidad de las instituciones y, como se eufemiza (¿me he inventado el verbo?) hodierno, agentes sociales, políticos, sectores productivos y especulativos, que como decía, engarza hasta con las más profundas raíces de los Estados, sean esto de la naturaleza jurídica que sean.

Harazem se estará riendo, pensando que son éstos los primeros efectos secundarios graves de las perniciosas lecturas que el muy canalla recomienda. Pero prometo que ya venía de antes.

A pesar de que la cosa no pinta bien, dado que ni el mismo y omnipotente Estado es –o, simplemente, no lo desea- capaz de escapar al feudalismo de los bancos, podríamos dar por sentado que estamos atados de pies y manos, perdidos sin remisión. Y en cierto modo es así, sin olvidarnos que mucha gente –y siempre que me refiera a gente lo estaré haciendo a la clase media- necesita desesperadamente de esta dependencia de la banca ya que es consciente de que es el único camino posible para cumplir los sueños inducidos por la sociedad de consumo.

Por otra parte, la relación con los bancos no es forzosa en todos los casos. Cuando se trata de potentados, dicha relación es de simbiosis, como es fácil intuir, por lo que ni siquiera merece la pena entrar en detalles.

En definitiva, cuando de gente corriente se trata todo se reduce a dos opciones, dos actitudes: o bien formamos parte del sector pseudo-no-pensante de la sociedad (opto por el prefijo pseudo porque no creo que sean auténticos descerebrados, sino que eligen inconscientemente no pensar), o bien decidimos firmemente morir peleando, aunque que estemos seguros que tal heroísmo jamás será reconocido públicamente ni servirá, en la práctica, absolutamente para nada.

Si nos decantamos por la segunda opción, conviene no andarse con medias tintas, y tener claro desde el primer instante que, pese a lo intranscendente de nuestras finanzas domésticas en el seno de la macroeconomía de Zapatero, hay ciertas decisiones que, si cundiese el ejemplo, harían pupa a los modernos Orduños y Olmedos, que con la prepotencia característica de su señorío feudal, ni cabe en sus asesoradas entendederas que podamos resistirnos a sus exigencias. Así que, en primer lugar, se impone la previa pérdida del sentido de ridículo, lo que nos hará inmunes a sus aristocráticos y subliminales intentos de manipulación y posterior extorsión.

Es conveniente, por ejemplo, reducir a una o ninguna ese producto del feudalismo moderno que son las tarjetas de crédito. Ignoro porqué, pero cada vez que me niego a contratar una tarjeta VISA-ALUMINIO totalmente gratuita para toda la vida y sin obligación de uso, a la pobre comercial-telefonista le da un soponcio, finge que le resulta imposible entender mi empecinada negativa y acaba colgando bruscamente, tanto que me parece escuchar un eco así como tú te lo pierdes, capullo. Y tanto que me lo pierdo. Pero el que ofrece algo es porque necesita colocarlo, luego no soy el único que pierde, y con eso ya me conformo.

Los seguros. No voy a vender que sean un producto negativo o absolutamente innecesario, pero cabe la posibilidad de que podamos cubrir las exigencias básicas con bastante menos de lo que tenemos contratado y, por supuesto, intentando no utilizar bancos, sino compañías de seguros, que son otras que tal, pero en este caso se trata de hacer la puñeta a los Nobles. De los Hidalgos ya hablaremos.

Por supuesto que esta actitud no nos saldrá gratis, pero suponemos que si vamos a dar la batalla, habrá bajas, aunque sean mínimas. Si despreciamos los ya habituales seguros multirriesgo del hogar y asumimos que pagaremos de nuestro bolsillo los más que improbables cristales rotos –en sentido literal- de nuestra choza, que será nuestro fontanero de cabecera quien nos cambie la zapata del grifo o valoramos las probabilidades de que se estropee la cerradura, la primera victoria será desconcertar al agente de seguros –esas caritas son impagables- y la segunda, pagar unos euros de menos en el recibo, que dejarán de ingresar en las opulentas cajas de las aseguradoras. Victoria simbólica que, multiplicada por cientos de miles, sería un auténtico golpe de mano y una lección de sentido común a esas personas jurídicas que nos toman por idiotas.

Volviendo a los bancos y para terminar, éstos obtienen el grueso de sus magras ganancias justamente de las economías domésticas medias, a través de multitud de lo que ellos llaman productos y que se traducen en sencillas operaciones en las que o invertimos parte de nuestro dinero, u obtenemos un bien de consumo en lo que ahora se denomina plazos sin interés. Como ni soy de letras ni soy de ciencias –en realidad soy de Zamora- pues siento no poder ofrecer una explicación racional al motivo por el que los bancos imprimen miles de folletos con tipos de generosa sonrisa sobre una corbata roja ceñida sobre cuello de camisa blanca que, sobreexpuestos en la foto de un transatlántico y una isla tropical, nos explican en cortos rótulos que saben que no tenemos un duro, que nunca lo tendremos, y que sin su desinteresada ayuda nos morimos sin tomar un mojito en la cubierta del Queen-Mary, o sucedáneo.

Resumiendo, un banco es una sanguijuela, y hay que tener claro que si se acerca a nosotros es para chuparnos la sangre. Por tanto, siempre que podamos permitírnoslo, decirle NO a un banco es atizarle donde más le duele. Y de éso, precisamente, se trata.