martes, 5 de enero de 2010

La mala clase.

La clase empresarial española es una mala clase. Un mal ejemplo. Un mal camino. Una falta absoluta de mala conciencia. Una clase, como es la empresarial, que escoge como representante a un elemento como el tal Ferrán y calla, como blanca tratada, sus felonías, es éso, una clasucha, un colectivo de desalmados con posibles que están exprimiendo la falsa crisis al máximo.
Mala clase con mala clase si la juntamos con la clase política, otra cabeza de ganado en el abrevadero, que muge para pedir pitanza y a la mañana escatima la leche. Si esperanza significa esperar en positivo, no hay esperanza en estas clases de holgazanes bien asesorados, bien alimentados como piojo tras la oreja.
Quienes claman contra el socialismo no zapateril declaran sin mueca que el empresario personifica la fuente natural de riqueza. ¿Natural? ¿de riqueza? De qué naturaleza y de quién la riqueza que estos mostrencos invocan.
Manos arriba a la mentira tradicional, a la falacia conservada en el inmovilismo y los principios inculcados a maza y martillo hasta convertirlos en incuestionables. El empresario y su sanguijuelil papel en la sociedad puede y debe ser cuestionado y, si no lo es más a menudo y mejor, se debe al miedo y la falta de alternativas, o el miedo a las posibles alternativas, quizá.
Contados son quienes partiendo de la meta como pequeños empresarios, no aspiran a incorporarse con méritos impropios al vodriovil de altura, al putiferio social, político y mercantil de los grandes de españa, grandes roedores de nóminas ya de por sí empobrecidas, mientras mancha la impagable tapicería del ferrari con lágrimas de cocodrilo.