miércoles, 26 de mayo de 2010

Si todos los ciudadanos somos iguales ante la Ley, entonces debe ser la propia Ley la que nos desiguala.
Philip Kargan Stoiber

En alusión al enjuiciamiento de Javier Krahe por un supuesto delito de ofensa a los sentimientos religiosos. Lástima que aún no se haya promulgado la Ley que proteja la inteligencia y el sentido común.

sábado, 15 de mayo de 2010

José Luis se ha asustado de sí mismo, esta vez. Ni mirándose al espejo acaba de creerse lo que ha sido capaz de hacer. Ha tocado el tótem sagrado, los fundamentos cosmogónicos de la civilización, lo único que parecía y permanecía inalterable en medio del caos: el salario de los empleados públicos.

A estas horas sufrirá, convencido de haberse granjeado el desapego eterno de casi tres millones de seres que, hasta hace un par de días, pacían felices en los pastos verdes, tiernos, frescos y eternos de la soldada garantizada a todo riesgo.

Y José Luis, el pobre José Luis, ignora que con su arrojo y valentía ha tallado en piedra viva el cauce que traerá a sus súbditos el sosiego y la paz interior que hace ya tanto perdieron. Que una nación entera dormirá a partir de ahora más tranquila, feliz y agradecida.

Los Mercados, que es como decir los macro empresarios, los inversores, los especuladores, los rentistas y los estandartes y directivos de entidades financieras, se acostarán ahora seguros y confiados en que la tormenta les ha pasado por encima sin rozarles siquiera, lo que bajo un gobierno de izquierdas no es poco.

Los trabajadores por cuenta ajena que aún conservan su empleo y los que lo han perdido, conciliarán el sueño bajo el cálido manto de satisfacción que proporciona la certeza de que, tras la simbólica pérdida de inmunidad, a partir de hoy el mundo es un poco más justo.

Los pensionistas acostarán a sus nietecillos contándoles el cuento más hermoso, el que narra cómo aún se sienten útiles y orgullosos por serle dada la posibilidad de ofrecer algo de sí mismos en pro de la salvación de Occidente.

Muchos funcionarios, por último, dormirán ocho horas seguidas por primera vez desde que fueron enchufados o resolvieron su oposición, al fin en paz consigo mismos, libres del remordimiento largamente sobrellevado que suponía la certeza de que su esfuerzo y prestancia rara vez guardaba proporción con sus retribuciones dinerarias.

¡Qué decreto tan simple y, al mismo tiempo, tan sano y salvífico! Como ayer certificaba nuestro Príncipe Azul bajo la mirada enamorada de su Princesa Muerta, se nota que el Apóstol Santiago sigue velando por nosotros.

martes, 11 de mayo de 2010

El Abuelo Capital.

El Capitalismo es ya un señor mayor, con sus vicios irrenunciables y sus manías. Con el paso de los años, sus nietos los yuppies y tiburones de la Bolsa le han cogido de tal manera el tranquillo que hacen con el abuelo lo que quieren, le sacan las tiras del pellejo y a este paso no van a dejar un dólar para la herencia.

En occidente ya todo es viejo y manido, todos los secretos están desvelados y cualquiera puede ponernos boca abajo día sí y día no, siempre que le apetezca o le convenga.

Una coma, un cero o la salsa de un perrito caliente chorreando sobre el teclado de un ordenador en Wall Street pone el mundo a parir y los países más sólidos se tambalean. En pocas horas surgen las contramedidas para frenar el kepchup especulador y los salarios se estacionan o bajan, las pensiones se vuelven dubitativas y las agencias califican y descalifican a toche y moche.

El Abuelo Capitalismo chochea irreversiblemente pero sus traviesos nietecillos saben que de eutanasia, nada, que aún queda mucho jugo por extraerle al viejo, que se pasa el día entre cabezada y cabezada, inútil en su silla de ruedas y su mantita cubriéndole las piernas, no vaya a coger un enfriamiento de lo más tonto y la palme sin más.

Con mi dinero, le compran al anciano chuches y mascarillas de oxígeno, y sintrón, y café a cada hora para que se mantenga espabilado lo justo para firmar los cheques al portador. Él, entretanto, vive del recuerdo de sus batallitas y glorias olvidadas, mantenido por sus nietos en la ilusión de que está hecho un chaval, que por él no pasan los años y que se le ve mejor que nunca.

Será porque los moribundos no perciben su propio olor.

Dios los junta, y el SAS los cría.

Fernando y Nerea están pletóricos. Al fin, su proyecto de vida en común va a dar sus frutos, gracias a la humanidad y apoyo incondicional de las instituciones sanitarias y penitenciarias, al unísono, que se han propuesto regalar a esta entrañable pareja un balón de felicidad encarnado en un bebé que, probablemente, reunirá en su ser lo mejor de ambos progenitores.

Es de esperar que una vez producida la ansiada fecundación, tanto los futuros papás como el Estado Democrático y la Administración de Justicia en general, reciban la enhorabuena de buena parte de la ciudadanía y de los familiares y allegados a las cuatro personas que hubieron de ser enviadas a mejor vida durante el normal desempeño de las funciones de Fernando y Nerea en su anterior profesión, empleo éste que hubieron de abandonar por fuerzas mayores.

Detalles como éste son los que convierten en auténtico un sistema de libertades.