martes, 3 de febrero de 2009

Īsā ibn Maryam

Si dispusiera de la paciencia y el bagaje imprescindibles para escribir una buena novela, la llamaría El Hombre Ultrajado. Ojalá Saramago cayese por este blog, por casualidad. Sería un placer dejarme copiar el título y la idea, y contemplarla en los escaparates de las librerías, sabiendo que la primera línea, es mía. Don Bosco, por ejemplo.

Hace ya muchos años que leí su novela "El Evangelio según Jesucristo". Como buen ateo, Saramago conoce los fundamentos de las religiones con una profundidad prohibida para que quienes las profesan y las defienden desde la otra ribera, la de la más tupida ignorancia. Sólo un ser humano completo decide su lugar en la vida una vez conoce la situación de todo lo demás.

En esta ocasión no voy a arremeter contra el Catolicismo, ni contra el Capitalismo o contra las raíces comunes que comparten con el resto de grupos e ideologías fácticas. Ni siquiera contra aquéllos que no serían ellos mismos si su madre hubiese sido esquimal, hindú, neozelandesa o norteamericana. Es a Los Otros, los que a base de estudio, espíritu sin hipotecas y trabajo, han conseguido ser únicos, mantenerse erguidos en el ojo del huracán, va dirigido este post.

Una reflexión mediante la que he retrocedido dos mil años e intentado una vez más, serenamente, meterme en la piel de aquél pobre hombre. Tal vez el personaje histórico más ultrajado, insultado, pervertido y falseado de todos los tiempos. Un hombre cuya degradada biografía se escribió en base a relatos de terceros muchos años después de su posible ajusticiamiento. Cuyos sentimientos y personalidad ha sido despóticamente manipulada, sus motivaciones y palabras cruelmente tergiversados a lo largo de los siglos, hasta nuestros días. Un hombre cuya vida y dignidad pocos han respetado.

Una mentalidad de hace dos mil años, en una región oriental ubicada a miles de kilómetros. Un esquema de pensamiento radicalmente distinto al nuestro, con principios y valores cuyos únicos vestigios sólo se conservan en lo hebreo y que, no obstante, hodierno millones de personas presumen de comprender, se vanaglorian de saber interpretar inequívocamente. La excusa más triste jamás inventada por un lobby político-económico. Poner sus axiomas reaccionarios en boca de un muerto. Achacarle la autoría de dudosas verdades a quien ya no puede afirmar o desmentir.

En una Judea ocupada por el Imperio, este hombre, cuya etapa más floreciente de su vida a nadie interesa, sobre cuya historia ha caído el más taimado velo censor, a lomos de cuya existencia se ha montado un tosco "recorta y pega" que ha desestimado por apócrifa ingentes cantidades de información veraz que resultaba perjudicial y contraria a los fines de la causa.

Es la historia de una marioneta.

Descansa en paz, Īsā ibn Maryam, donde quiera que reposen tus restos. La Memoría Histórica también debería contar para tí.