
Terminada la frase anónima, el cielo se oscureció y se tornasoló amenazante, con un retumbar telúrico y profundo. Cogidos en tránsito por el viaducto, temimos lo peor. Dominando el pánico, arranqué nervioso mi cámara del bolsillo de la chaqueta y obtuve la evidencia que constato al margen. Evoqué de inmediato el cuartel general de los Cazafantasmas, donde las fuerzas malignas se conjuraban girando aterradoramente en derredor de la cima del rascacielos maldito.
Inquirí a mi acompañante, versado en asuntos de ultratumba, que opinó que no se explicaba tal confluencia de mala hostia fantasmal en un lugar como el Silo de Noreña. Intuyó, éso si, que aunque los cuerpos físicos se marchaban, cuando sus propietarios habían llevado una vida innoble plagada de promesas incumplidas, sus energías negativas persistían durante tiempo indefinido, lo que podría sin duda explicar el fenómeno que en aquél momento mantenía a cientos de ciudadanos y ciudadanas temerosos e hipnotizados frente al edificio.
Inesperadamente, un débil temblor zarandeó varias maquetas municipales abortadas antes de las 14 semanas, decenas de partidas presupuestarias quedaron sin remanentes, el cielo acabó ennegreciéndose por entero y un viento huracanado y atronador asoló la campiña. Adolfo, mi amigo, que había leído lo suficiente sobre el tema y por tanto sabía lo que correspondía hacer, entrelazó las manos y cayó de rodillas. Sólo le oí musitar: "Verdaderamente, era una hija de..."
Instantes después todo había acabado, y lucía un cálido atardecer otoñal. No recordaba suceso más inexplicable, más formidable, desde que Rafael Merino ganó las elecciones a la alcaldía. Aún no me he repuesto. De ninguno de los dos.
Inquirí a mi acompañante, versado en asuntos de ultratumba, que opinó que no se explicaba tal confluencia de mala hostia fantasmal en un lugar como el Silo de Noreña. Intuyó, éso si, que aunque los cuerpos físicos se marchaban, cuando sus propietarios habían llevado una vida innoble plagada de promesas incumplidas, sus energías negativas persistían durante tiempo indefinido, lo que podría sin duda explicar el fenómeno que en aquél momento mantenía a cientos de ciudadanos y ciudadanas temerosos e hipnotizados frente al edificio.
Inesperadamente, un débil temblor zarandeó varias maquetas municipales abortadas antes de las 14 semanas, decenas de partidas presupuestarias quedaron sin remanentes, el cielo acabó ennegreciéndose por entero y un viento huracanado y atronador asoló la campiña. Adolfo, mi amigo, que había leído lo suficiente sobre el tema y por tanto sabía lo que correspondía hacer, entrelazó las manos y cayó de rodillas. Sólo le oí musitar: "Verdaderamente, era una hija de..."
Instantes después todo había acabado, y lucía un cálido atardecer otoñal. No recordaba suceso más inexplicable, más formidable, desde que Rafael Merino ganó las elecciones a la alcaldía. Aún no me he repuesto. De ninguno de los dos.