martes, 9 de junio de 2009

Con dolor, si puede ser...

No es que la cosa política esté en vías de recuperar el interés público que paulatinamente va perdiendo, pero una cosa es seguir embobado el devenir de las superstars parlamentarias, y otra muy distinta hacer caso omiso cuando las mentiras más burdas suben al podium luciendo medalla de oro.

Seré breve. Una vez más, los medios de comunicación actúan como máquinas descerebradas, loros de papel que repiten la consigna de moda como el eco repite la última palabra de una frase.

Zapatero no ha perdido las elecciones. Ni Rajoy las ha ganado. Ni es lícito relacionar los resultados con una demanda popular implícita de elecciones anticipadas. Porque ni Zapatero se ha presentado a las elecciones europeas, ni Rajoy tampoco. Tal vez deberían haberlo hecho, por el merecido descanso que nos supondría perder a ambos de vista durante varios años. Pero no ha sido así.

Aquí dicen "lobo" y hasta el último mono sale de estampida. Hasta los mismos lobos.

A estas alturas, pedir un poco de sensatez, un poco de racionalidad, un poco de realidad, un minimo de honestidad, es pedir demasiado. Dicen que cada pueblo tiene los gobernantes que se merece, pero estoy convencido de que ésto es demasiado. No hay sociedad tan perversa que se haga acreedora de esta tortura diaria, constante, ni situación tan paradójica en la que un presidente derroche tan ingente cantidad de bondad y filantropía, que acabe atando de pies, manos y arbítrio a los ciudadanos para que no se dañen a sí mismos.

Con estupor, empiezo a echar de menos la fría crueldad de Aznar, esa simetría entre rostro y pensamiento, ambos pétreos y abigotados, ese tufo falangista, seguro y autoritario, de instructor de karate al que puedes llegar a odiar y admirar, secretamente, a cambio de esos ratos en que la conciencia requiere que alguien tome las decisiones difíciles, aún a sabiendas de que se equivoca.

A veces, incluso, sueño que vivo en un país libre. Como Venezuela, Arabia Saudí, o China. Lugares donde aún puedes salir a la calle y recibir una paliza o un disparo por expresar tu opinión. Allá, los gobernantes aún escuchan a su pueblo.

Aquí, ni éso.