viernes, 25 de julio de 2008

22-10-2001
Estos tiempos que trotan, tienen la particularidad de permitir la coexistencia pacífica del agua y el fuego. También, de haber triturado la etimología de la paz en fina harina, para cocer el pan de la globalidad. Un pan con grumos que cuesta digerir, pero pan al fin.

Y es que, cada vez que uno rebusca en la trastienda del mundo, se le antoja un rastrillo dispar de olores ocres y rancios. Viejas patrias, viejas barbas, viejas canciones, viejas guerras.

La alopecia en el cuero de la sabiduría, es evidente. Sin novedad en el horizonte. Ni siquiera esa aspirante a conciencia cúbica, electrónica y programable nos sustrae ya del letargo.

Mirar para ver tan sólo moscas en plantilla, muñones indistintos, churretes de gomina, animales imposibles.

Bolsas repletas de hambruna, caudillos con licencia, misterios sin intriga, burdeles monetarios, drogadictos de poder, cabezas impermeables, relojeros sin manos, historiadores mercenarios, cómicos de la miseria, bomberos de la lógica.

Edenes de césped artificial, teleseries con sedante, faquires anunciando flex, pederastas con diplomatura en pedagogía, escotes despertando al mono, hemiciclos que subastan vidas, hombres que parpadean en serie, manos oscuras jugando con interruptores, congeladores repletos de esperanza.

Vigías ciegos, patíbulos con vistas al mar, titulares medievales que son reyes por un día, pecios de moda, futuros vendidos a plazos, tratantes de ilusión, promotores de paraísos, subsecretarios tragaperras, barrenderos de la razón, abogados sin oficio, cartillas racionando el odio…

Y para qué continuar. Lástima de conciencia global. Vaya… hora de mis somníferos. Y casi me pierdo el concurso… ése de puzzles de rostros, con 906. Algún día seré sensato. Dejaré de fumar y de escribir. Me priva de tantos placeres.