jueves, 10 de julio de 2008

Todos a una

Todos a una podría ser el slogan bajo el que marcharíamos hacia la definitiva globalización, ese estado planetario de cosas que, en realidad, nadie sabe definir en todos sus extremos. Imagino que los ocho representantes de la erótica del poder mundial -digo yo que de ahí vendrá lo de "G"- algo más que los simples mortales han de saber sobre el tema, aunque dudo mucho que accedan a explicarlo crisísticamente -término que me permito acuñar como sinónimo de hablar sin rodeos-, por lo que barrunto que nada se obtendría fuera de las interminables perífrasis a que nos tienen acostumbrados cuando no les sale de la real gana de hablar de algo.

A este bloguero padawan le gusta mirarse al espejo y ver un ciudadano del mundo, ni ser de aquí ni ser de allá, por lo que quizá no perciba en toda su extensión la malicia de la globalización. Por otra parte los hippies y sus evoluciones posteriores siempre me dan buen rollo, y éstos se definen como antiglobalización, con lo que la contradicción interna está servida. Y en caso de conflicto, nada mejor que la cautela.

El capitalismo-neoliberalismo ha conquistado hasta la Fosa de Las Marianas, por lo que ya no es necesario temer que el mundo se unifique bajo este sistema económico. Las corrientes migratorias han ampliado la oferta gastronómica exótica en todos los rincones del mapamundi, así que otro aspecto globalizado. En cuanto a la cultura, nada puedo añadir que cualquier hipotético lector a partir de 6 años no sepa mejor que yo: artesanías andinas, massai, pakistaníes y australopitecas componen un top-manta universal que se puede encontrar en cualquier rincón de Nueva York hasta el famoso mercado de Estambul; las músicas étnicas más recónditas, afortunadamente, se derraman por la atmósfera de la mano de la tecnología P2P. Y un largo etcétera de elementos que no nos está quedando más remedio que compartir -y a veces, soportar- universalmente.

¿Qué impide entonces de facto completar este proceso social? ¿qué está obstaculizando la uniformación política y cultural de todo el orbe? Exactamente. Las Religiones. Las creencias sobrenaturales, lo único en lo que la humanidad es incapaz de ponerse de acuerdo. Puedo comel un loyito de plimavela, zamparme a destajo un kebab o hacerme un sandwich de serpiente con hojarasca de Borneo, pero de ponerme en pompa cara a la Meca, nanay. De la misma forma que aquéllos no cambian a su rollizo Buda por un maltratado e impresentable mesías, por muy hijo bastardo de Visnú que sea.

Y si, como algunos y algunas afirman a pies juntillas, existe la mano negra en forma de hermético concilio de poderosos que procuran gobernar los destinos de globales del mundo, imagino que la Religión se habrá convertido en hueso más duro de roer.

Sea como sea, me ha quedado regusto a frustración tras la última edición de Blanca-Merkel y los 7 enanitos que sumados son ocho que ni con los diecinueve platos del encumbrado menú apuesto que se diluye. Una especie de gastritis política, una acidez paranoica que me decía que si en el momento de la foto común la tierra abría sus fauces, se los tragaba enteros y escupía por un lado los huesos y los trajes fláccidos y vacíos por otro, el clamor festivo de la humanidad sacaría el planeta de su sagrada órbita.

Ante la duda que persiste e incapaz de discernir nada expresable sobre el tema, renuncio por el momento a pronunciarme sobre la globalización. Éso sí, desde que lo descubrí, me vence día a día un fenómeno infinitamente más grato y positivamente globalizador. Me refiero a la blogalización.