miércoles, 28 de enero de 2009

Tengo una crisis para usted

Tanto tiempo sin hablar de la "crisis" me está sumiendo, precisamente, en una crisis casi de identidad. La acumulación y contención de alegre pesimismo por largos períodos de tiempo tiene esas cosas.

Por puro patriotismo estadístico, me tragué casi entero el infumable "tengo una pregunta..." de la TVE1, donde era de esperar el protagonismo de múltiples nuevos parados inquiriendo hoscamente al Presidente sobre cómo va a resolver la "muy pertinaz desaceleración", más marcha atrás ya que otra cosa. Algo parecido a la técnica japonesa de atizarle a la foto del jefe para aliviar tensiones laborales.

La proyección holográfica de ZP se limitó a responder -en modo "contestador automático" a todo cuanto no se le preguntaba, como viene siendo habitual y ante la impotencia del pelotón de interrogadores, que se deshacían en muecas y tics nerviosos en su afán por interrumpir la perorata que les llovía tras cada cuestión planteada. La pelota de Lala, la pelota de Lala, ¡qué bonita es la pelota de Lala! Y es que cuando José Luis se calza el mono de teletubbie, se queda solo en el prado. Puñetero.

El punto exótico vino de la mano del "Sacerdote", que desempeñó su papel estereotipado a la perfección, para acabar quejándose de lo mismo que todos, que no se le contestaba directamente a su pregunta. Qué mal suele sentarnos una dosis de nuestra propia medicina.

Por lo demás, los preguntantes no estuvieron a la altura de las circunstancias, recreando un escenario más parecido a la ventanilla de una oficina de desempleo, donde cada cuál viene a exponer e intentar resolver su caso concreto sin importarle lo más mínimo las cuitas del que viene detrás. Un redil de pardillos egoístas cada cual con su particular miserere, ocupados tan sólo en rascar las miasmas de sus ombligos, cayendo como lemmings clonados por el precipicio fácil de culpar a quien sea de su situación laboral.

De repetir la experiencia, recomendaría a L. Milá seleccinase a sus 100 ciudadanos entre rentas superiores a los cien mil euros anuales. El estómago lleno y las necesidades básicas cubiertas activa el riego cerebral y, sobre todo, mejora la puntería.

Obama. ¿Con los pies en el suelo?

Aunque es pronto para atar cabos, el viento trae ecos sobre la situación a la que ha de enfrentarse uno de los estandartes del EEUU en el mundo. La NASA.

A las más pura tradición norteamericana, el administrador de la Agencia Espacial en la era Bush, Michael Griffin, presentó su dimisión al nuevo presidente albergando la muy fundada esperanza de que no sería aceptada. Ya se había encargado durante meses de orquestar cuantas maniobras en la oscuridad fue capaz para que así ocurriese, moviendo hilos tanto en el Congreso como en el Senado, e incluyendo alguna escena de celos frente al equipo encargado de sacar los trapos sucios de estos últimos ocho años. Obama ha aceptado su dimisión sin inmutarse, a pesar -o a causa, precisamente- de las presiones en contra.

La exploración espacial no es sólo una cuestión de altruísta filantropía. De ella depende en mayor o menor medida muchos aspectos del progreso en campos como la medicina y, aún más si cabe, tecnología militar y sostenimiento de la lucrativa industrial aeroespacial privada.

Sin embargo, siendo Griffin un peso pesado en la compleja maquinaria administrativa estadounidense, la firmeza con que Obama ha dado el paso de plantear la inspección y renovación de las actividades y proyectos en curso de la agenda de la NASA -creándose, de paso, un enemigo que si bien no ha de resultar mortal, sí será molesto,- permite ir vislumbrado la silueta política de este cada vez más simpático "elemento exótico" y las abismales diferencias que parece decidido a marcar con su antecesor.

Es previsible -y deseable- pues que Obama se decante por centrar su reinado en la tierra y sus habitantes, dejando para un futuro indeterminado volver a pisar la Luna -Bush lo tenía apalabrado con Dios y Aznar para el 2015- y primera visita a Marte, de cortesía eso sí. Habrá que ver si los casi 90 mil millones de dólares de presupuesto que a estas horas deben estar a punto de agotarse son reasignados o aumentados o si, por el contrario, el nuevo gobierno asume de una vez la escasa rentabilidad y el alto coste dinerario y humano que, en términos reales, significa el pueril intento de aventurarse al exterior con primitivos cascarones que harían descojonarse de risa a ET.

Por el momento, la tecnología obtenida al día de hoy tras siglos de investigación apenas da para proporcionar agua caliente a domicilio, liquidar de golpe ingentes cantidades de personas, desencadenar un cambio climático y mal aprovechar los recursos energéticos naturales, pero en absoluto recuerda las propuestas que la ciencia ficción daba por seguras para estas fechas. En el 2001 no hubo más odisea que la puesta en circulación del Euro, y apuesto a que para el 2010 al prototipo de "hiperluz" Enterprise aún le quedarán unas cuantas tuercas por apretar.

Ojalá The President continúe con los pies en el suelo y convenga conmigo que, por el momento, invertir en quimeras extraterrestres es una mala inversión.