jueves, 30 de julio de 2009

Deflación

Lo mío me ha costado entender -que no compartir- la maldad implícita en la bajada generalizada y prolongada en el tiempo de los precios de las cosas. Vivo con macabra ilusión estos meses de decandencia de la economía capitalista, sustrayéndome en la medida de lo posible al desastre social, al "drama humano" que lleva aparejado, autodisculpándome en la imposibilidad de evitarlo.

Tras el largo invierno inflacionista que a tantos neófitos del lujo las clases de esquí en Baqueira ha costeado, aún me siento fresco bajo el intenso y seco calor de la deflación. No relataré la lógica mercantil que describe el desastre, siempre a los ojos del liberalismo económico, pero sí desvelaré el nombre del asesino y sus pérfidas motivaciones: el consumidor, que se niega a consumir hoy, dominado por la avaras perspectivas de comprar mañana aún más barato.

Avaricia que me recuerda a aquélla otra pretérita avaricia que no hace tanto consideraba salvoconducto a la prosperidad una subida media anual del 15% en la vivienda, junto con la avaricia de un Estado cogido en plena sustitución de los principios democráticos por letras del tesoro, de los derechos ciudadanos sacados a subasta, adocenando, aborregando, comprando la voluntad de la plebe, el pueblo -siempre agasajado- que acaba comportándose como la puta más barata y complaciente del burdel.

Aún recuerdo, con lágrimas en las hemorroides, cómo le gustaba decir "ma-cro-e-co-no-mí-a". Lo decía despacio, paladeándola, destilando babilla de superávit. Esperaba que todos los asientos estuviesen ocupados, y los asistentes atentos a la siguiente mueca de sus labios, para soltarlo, acentuando el gesto de cejas incisivas... "ma-cro-e-co-no-mí-a".

Recientemente le he cursado una sencilla petición, pero aún no ha respondido. Solicitaba que verbalizase públicamente y con idéntica fruición, la palabra "ma-cro-pa-ro". Y "ma-cro-dé-fi-cit". Y "vol-ve-mos-a-ser-el-cu-lo-de-euro-pa". Sé que, por él, no se negaría, y me haría un guiño para que viese desde casa que sabe acceder a sencillas peticiones. Pero está la oposición, que aprovecha cualquier síntoma de humanidad en nuestro Presidente para entrarle a degüello. Hasta ahí lo entiendo.

Ignoro cómo acabará ésto de la deflación, que por el momento tanto me hace disfrutar. Como es la primera vez que ocurre, tampoco es que sepamos con seguridad si se trata de algo bueno, o malo, aunque los entendidos en la cuestión lo tengan tan claro: el índice de precios es como el colesterol. Tan perjudicial resulta que suba como un cohete, como que baje como un peso muerto.

Éso es lo que dicen, pero los que tienen mucho que perder les preocupa más que ahora baje un 1'4, que cuando subía un 2'6. No será tan mala la dichosa deflación.