martes, 16 de septiembre de 2008

Una de injusticias.

La cosa hoy no iba de este palo, pero cada cual tiene sus puntos flacos y, la carne, es débil. La fibra de sensible nylon es lo que me ha tocado el conocer la situación que viven, como desdichados apátridas, el colectivo de profesores de religión de esta ciudad, abandonados a su mala suerte por la consejería de educación de la comunidad.

Divinamente dotados para el estudio y la enseñanza, podrían haberse declinado por carreras con más salidas profesionales: astrofísico, filólogía del sánscrito, incluso ingeniero proyectista de alféizares. Pero no. Tuvo que ser profesor de religión, la más difícil de todas. Me mata la pena.

Y ahora son víctimas del mobbing laboral. Los ves deambulando por la ciudad, preguntando por esos centros docentes de Dios si les quieren, si les necesitan. Diecisiete de ellos, incluso, tontería que pregunten porque han prescindido de ellos directamente. Los directores de los centros, individuos malévolos, rojos y diabólicos donde los haya, son los depositarios de su suerte y distribución horaria. Estos hombres y mujeres ejemplares viven una situación laboral y familiar precaria, perseguidos hasta la extenuación, echados a los leones, ignorados. Entretanto, estoicos, miran deseosos al pasar al resto de profesores de ciencias, historia, matemáticas, que acuden diligentes y seguros a sus entarimados, con sus destinos definidos.

La mesa de negociación que imploran es imprescindible. Las cosas hay que tratarlas racionalmente. Los enfermos deben rezar, los miserables deben rezar, los oprimidos deben rezar. Pero ésto no es lo mismo. Aquí hay que luchar por el pan de uno, tratar, presionar, convencer y vencer.

Desde estas líneas mi apoyo y comprensión para con este colectivo; recen, recen con todas sus fuerzas y ya verán como el Altísimo acude raudo en su auxilio, y pone en su sitio a los herejes mequetrefes que con tan inaudita saña boicotean su Obra. Recen.

Si, pero... ¿hay alguien más ahí?

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