domingo, 2 de noviembre de 2008

Pero ¿qué mestaj contando?

De nueve mil pies del altura, para arriba, éste que lo es no se cree una palabra. La realidad se alimenta de milongas y cuentos, cuentos chinos, cuentos que ni por el gaznate de los críos pasan. Y uno, que va acumulando años, desengaños y desbarajustes de todo calibre, pasa por cretino de necesidad, agarrando los picos de las mantas día sí, día no, sopesando las consecuencias de tirar. Y optando siempre por dejarlas como están.

El saco de maná de las ilusiones, de las esperanzas, se agota, se va agotando; rascas a tientas el fondo áspero y palpas apenas migajas. Los felices adaptados, integrados prematuramente en la colmena sin un ápice de esfuerzo, no lo entenderán. Son asumidores profesionales del entorno, portadores del mudo encargo vital de contagiar "boca a boca" su concepto de felicidad, cundiéndolo con el ejemplo. Qué mejor forma de apostolar que con la imagen viva que muestra las prebendas que reporta el sometimiento.

Juraría que el ahora resulta de un meticuloso cálculo mercantil. Me tranquiliza intuir esa existencia superior alojada entre almohadones en el más alto despacho de la más alta torre financiera. Ella rige el mundo a grandes rasgos, con trazos gruesos que cada uno de los millones de individuos afinan y detallan en su quehacer diario, pero que en nada cambian el aspecto, la perspectiva general del cuadro. De esa forma, al menos, me ahorraría el tedio de buscar un porqué.

Empiezo a temer la inexistencia del por otros tan temido plan director. El gran hormiguero humano se dibuja más bien como un numeroso conjunto de hormigueros con una limitada conexión entre sí. Universos aislados de hábitos, objetivos y necesidades diferentes, como muros frente a frente, imposibles de conjuntar y orientar hacia un horizonte común. Globalicen sin miedo, que del suelo no pasamos.

La vida es demasiado corta como para exigirle, además, que sea brillante. Cuando empezamos a razonar es tarde para dar marcha atrás. Con la inercia que nos aplican apenas tenemos tiempo de echar un vistazo, y es necesario elegir la dirección en plena marcha, preguntándonos mientras avanzamos si el sentido no será el opuesto. Así que no queda sino improvisar y asumir el probable tiempo perdido.

Los grandes filósofos pacifistas de siglos pasados murieron poniendo la otra mejilla, en la firme creencia de haber cambiado algo del mundo que encontraron. Tal vez se fueron en paz consigo mismos, pero equivocados. Los pocos caudillos y mesías que resistieron la corrupción -en general por la falta de oportunidades que supone un balazo en la cabeza- han pasado a los anales de la historia como simples "buenazos" puestos como ejemplo de lo que debería ser. Y poco más. La juventud es breve y apenas da para acudir a cuatro manifestaciones con fondo de utopía. Luego llega la realidad. Cubrir las necesidades, y la necesidad aún más perentoria de adaptarse y elegir entre consagrarte como un paria, o como un artista. A los parias se les ignora. A los artistas se les aplaude en el momento, y un instante después se les archiva en un lugar recóndito del subconsciente, allá donde la conciencia rara vez llega.

Quién se acuerda cada día de las lecciones magistrales de Mario Moreno o Patxi Andion. Quién prefiere vivir los sueños de diseño, a despertar y asumir la realidad.

Suerte, desde aquí, todos aquéllos que en estos momentos pugnáis por traspasar las empalizadas de Melilla. Sed bienvenidos a... Matrix.

1 comentario:

Lisístrata dijo...

"...La vida es demasiado corta como para exigirle, además, que sea brillante. Cuando empezamos a razonar es tarde para dar marcha atrás. Con la inercia que nos aplican apenas tenemos tiempo de echar un vistazo, y es necesario elegir la dirección en plena marcha, preguntándonos mientras avanzamos si el sentido no será el opuesto. Así que no queda sino improvisar y asumir el probable tiempo perdido...
La juventud es breve y apenas da para acudir a cuatro manifestaciones con fondo de utopía..."


MEMORABLE PINCHO, me he quedao sin palabras, tu escogistes las exactas q nos definen, al menos a mi y... touchée.

un besote