sábado, 29 de marzo de 2008

¿CRISIS? ¿WHAT CRISIS?

Tengo claro que si hay infierno tal y como mantiene denodadamente el pequeño hitler vaticano, servidor tiene reservado un sitio en tribuna. Porque resulta que mientras to dios se rasga las vestiduras y llora la crisis inmobiliaria, yo no quepo en mí de gozo. Cientos de miles de padres de familia al paro, incontables empresas relacionadas con el sector echando las persianas tal vez para siempre, multitud de candidatos al embargo, y tantas otras calamidades derivadas del trágico desenlace con que parece que ha finalizado la era de extorsión del mercado inmobiliario. Y yo disfrutando, sintiendo una oleada de sádico placer tras el “¡plop!” con que explota cada burbuja inmobiliaria.

Lástima, ahora que batíamos records, ahora que éramos capaces de construir, sólo en este país, el triple de lo que se construía en todo el resto de Europa junta, ahora que inútiles franjas de costa virgen adquirían un moderno y acogedor aspecto urbanizado, civilizado, ahora que promotores, constructores y personal excedente del arado se montaban en el dólar, ahora que nadie nos ganaba a la hora de fabricar ladrillos, cemento, puertas y complementos constructivos de toda índole, ahora que la economía macrobiótica iba a toda leche y los precios del metro cuadrado construido se ponía por fin a millón, va la tonta de la burbuja y… ¡plop!, explota como el buey de la catedral. De la Mezquita-Catedral. O “Catedral, antigua mezquita”, según el Abispado.

Como diría Luz Casals, “y no me importa nada”. Y no se si se debe a que he perdido la vergüenza, o a que soy el único que la conserva. Me suben los colores sólo de pensar que vamos a recuperar nuestro lugar en el ranking de repúblicas bananeras –monarquías bananeras, mejor dicho– a retomar los índices de paro de toda la vida, el déficit público normalizado, el tradicional desequilibrio de la balanza de pagos, nos volveremos a llenar de guiris atraídos por la baratura de nuestros bares y hoteles, y lo bien que se come, oiga, por cuatro perras, con tu peret rumbeando entre las mesas y todo. ¡Ah, la España de siempre!

La España de la Transición, del pesoazo del 82, de las profundas transformaciones sociales, gremios enteros despistados, buscando dónde asirse para empezar de nuevo; y de inquietos inversores con las manos a rebosar de plata que acababa en cualquier banco hasta tanto surgía un brillante negocio para fecundar; época de caballerosidad política en que la izquierda quería ser izquierda y la derecha no cimbreaba, de boquilla, al centro; que montábamos una expo superuniversal y tres mil kilómetros de autovía con arcén y todo sin sudar siquiera, que nos sentíamos los futuros dueños del mundo, capaces de todo, incluso de votar a IU si nos apetecía, porque sí, sin miedo ni rencor… qué tiempos, dignos de añorar. Quién sabe si volverán.

Sin embargo, ahora que habíamos asimilado la revolución del nuevo milenio, que nos comprábamos los 4x4 a pares sin tener estudios ni ganaderías, ahora que la Quinta Avenida tenía precios de mercadillo, ahora que nos permitíamos dejar golfear a los concejales de urbanismo como a candorosos chiquillos, que ni siquiera nos apetecía quemar iglesias, que los ratos libres los echábamos programando el mes de Julio en Marsans, y que cuando escuchabamos “tipos de interés” nos sonaba a Leo Bassi. Ahora, precisamente ahora, va la mierda la burbuja y ¡plop!, explota. Y cómo huele, la maldita. Y cómo salpica. No os lo creeréis, pero para mí que era un pedo. Un pedo de coliflor, un pedo atascado durante mucho, mucho tiempo, un pedo insano y enfermizo, un pedo que anuncia una ruidosa y chorreante colitis que lo va a poner todo perdido.

Pero os prometo que me da igual. Y me da igual porque un cólico tiene que romper, tiene que ensuciar, hay que pasar el mal rato para que todo el organismo vuelva a funcionar con normalidad, con efectividad, para que cada cosa pueda volver a su sitio y cumplir su función natural. Lo que más me sorprende no es que haya ocurrido, es que haya tardado tanto.

4 comentarios:

casandra dijo...

Pues a mí me pasa lo que a tí. Que me la suda la puta burbuja. Jamás especulé con esta mierda, he vivido y vivo modestamente y gasto poco. Por eso ahora la crisis me la rechanflinfa. Llené la despensa y estoy preparado para el temporal.
Me ha gustado mucho tu artículo y lo he subido a la taberna con un enlace, a ver si así se anima también esto. Espero que no te importe.

Saludetes.

Isaak dijo...

Calleja, en estos asuntos lo tuyo es mío, y puedes utilizarlo como mejor te plazca. Es un honor estar enlazado en La Taberna por voluntad del Tabernero. :-)

lamalgama dijo...

Pues comparto vuestra sintomatología diabólica, y mira que en mi caso sí he sentido los efectos colaterales de la crisis del sector de la destrucción, pero que le den a la puta burbuja, lo que disfruto cada vez que oigo que cierra una inmobiliaria, cada vez que oigo que promociones de viviendas de nueva construcción están paralizadas a la espera de la nueva hornada de pringados que se dejen seducir por las calidades de lujo al alcance de su bolsillo.

Un gran pero, ¿alguien duda de quién será el máximo beneficiado (político) de esta crisis motivada por la polarización de la locomotora económica del país en los últimos años? Creo adivinar que serán los mismos que la han alimentado sin ningún pudor desde que España es España, pero las culpas para el zETAp (gracieta lingüística muy usada por los sectarios neoliberales, qué dosis de ocurrencia tienen los jodíos - en este momento alguien de la FAES debe estar rascándose la nariz -) por no haber sabido reaccionar a tiempo, que de los especuladores del suelo, de los impulsores de planes urbanísticos delirantes, de Gobiernos Autonómicos financiados por faraónicos Planes de Ordenación Territorial, de los ingenieros del márketing que han ido humillando sistemáticamente las voces ecologistas por oponerse al progreso, de todo eso mejor ni hablar, mejor buscar un culpable único, y si de paso se accede de nuevo al poder mejor que mejor, que la búsqueda de causas complejas, aunque reales, requiere mucho tiempo y elevada capacidad de tragar vómito propio y ajeno. La simplificación del argumento será la herramienta que usarán para seguir vendiendo la moto, ya la he empezado a oír.

Saludos al respetable

Gerado dijo...

Hola pinchito me encanta que hayas creado un blog. Cuando la palabra cesa vienen los caballos.