martes, 20 de octubre de 2009

El Cultivo

No es que seamos la cumbre de la cadena alimenticia. Somos el colofón, el cierre, el no va más de la dichosa cadena. Somos la única especie no depredada por otra especie, ni siquiera por carroñeros, ahora que está en boga la cremación que, dicho sea de paso, creí en un principio que consistía en untarte en crema de sabores, por la cosa de agradar hasta el ultimo momento. Puestos a elegir y en el supuesto de no haber salido de mi error, si fuese larva me quedaría sin duda con la garrapiñación.
En la complejidad del ecosistema del que formamos parte, las grasas, proteínas e hidratos de carbono pasan de unos a otros, bajo las reglas del estúpido juego sin fin del comer retrasando tanto como sea posible el momento de ser comido. La peor parte se la llevan los vegetales que, por lo general, no pueden correr.
Con la pobre excusa de la civilización, el humano se ha autoexcluido del ciclo, y ahora campa a sus anchas, reproduciéndose a destajo y sin bestia que le tosa. Si, como afirman las mentes más ociosas, pulula entre las nebulosas un Supremo Hacedor, ha debido hacerle maldita la gracia. La pelotita azul con la que estaba experimentando hace ya más de once días galácticos, le está brotando un germen, una especie de musguillo rosáceo con machas negras y amarillas que a buen seguro le preocupa más que la supernova que se está formando en el cuarto derecha. Sin pensárselo dos veces, acerca el microscopio para determinar cómo demonios se ha podido contaminar el cultivo inicial.
Joder, qué clase de bicho es éste... se parece una barbaridad a los que esta mañana -galáctica- bajaron de los orgánulos clorofílicos para corretear por el recipiente. Con éstos no contaba, no están dejando títere con cabeza y el recipiente apesta. Definitivamente, se ha echado a perder.

Aparta el recipiente hasta un estante casi inalcanzable, y queda allí varios días, igualmente galácticos. Una mañana se siente con ganas y hace limpieza; se topa con el hervidero de inmundicia en fermentación; y directamente al horno de quemar basura. Las bacterias lo llamaron Apocalipsis. Y, sí, el horno tenía cuatro ardientes y asépticos quemadores a gas.

No hay comentarios: