Es evidente que los niños venden. Si a un spot publicitario le añades un niño con sonrisa feliz en columpio y pastos verdes, el éxito está casi asegurado. Los niños se usan habitualmente en videos de propaganda electoral, religiosa o para lavar la imagen de una empresa energética contaminante. En realidad, se trata de tres clases distintas de contaminación, pero contaminación al fin y al cabo.
Hay muchas formas y estadios para dañar a un niño, ya sea biológicamente, ya sea afectivamente, ya sea emocionalmente. El aborto es sólo el primero. Pero no el único.
Si a una manifestación acudes con tu carrito y tu bebé de dos años arropado con pancarta reivindicativa, el impacto no tiene comparación. Si martilleas una vez cada mes y medio a tu retoño de 6, 8 o 10 años con algo así como fulanito nazi asesino de niños, el chico creerá que Herodes tenía las cejas en ángulo, y crecerá con esa idea fija. O que se guarden de esos tipos de negro y alzacuellos que, si te descuidas, te harán cosas malas sin que te des ni cuenta.
También se han visto concentraciones anti-familia-clásica en que los padres y madres han exhibido igualmente a sus hijos en un implícito mira, está feliz, no pasa nada tan artificial como cualquiera otra escena que se pueda montar con una u otra intención.
La imagen de un niño aporta candidez al producto y aumenta la confianza del posible comprador o potencial antagonista. Utilizarla equivale, aunque pueda parecer una estupidez, a malversar la esencia de la infancia, además de constituir un sucio truco publicitario. Y en este sentido, prácticamente, no se salva nadie.
Seas lo que seas, demandes lo que demandes, respeta a tus hijos: déjalos en casa.

Si algún lector localizase alguna, le ruego sea tan amable de hacérmela llegar ya que, haberlas, estoy seguro que haylas.
1 comentario:
Pues si además del niño le añades al perro y a los abuelitos, el lloriqueo lo tienes asegurado fijo.
Si es q en el fondo somos unos blandos y nos dejamos ganar por las emociones y lo malo es q quienes nos manipulan lo saben.
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