A veces me convenzo de que el proceso de Memoria Histórica no es una buena idea, que la dignidad de los yacentes en las incontables fosas comunes vive intacta en el reconocimiento de una buena parte de la España de hoy.
Hay días en que creo que todos deberíamos fingir que olvidamos, hacernos creer que todos perdimos algo y, por tanto, al final, quedamos empatados y no tendría sentido seguir contando bajas e historias que acaban no interesando realmente a nadie.
Me sucede cuando tanto rojo metebocas insiste en excavar cunetas, desempolvar viejas cartas raídas y recolorar incontables nombres de republicanos acribillados, y creo firmemente que tal determinación encierra mucho de error por cuanto los nietos de los que quedaron de pie junto a la fosa empuñando un fusil humeante, continúan interpretándolo como revanchismo. Y quizá no les falte razón.
La iniciativa Memoria Histórica tiene su cara y su cruz, su más y su menos, y por ello seguirá pareciendo, a ojos de la eterna España Nacional-Católica, una afrenta imperdonable que cuestiona la justicia y voluntad divina que presidió tantas ejecuciones.
Pero el Nacional-Catolicismo también ejerce su propia Memoria Histórica, mucho mejor camuflada, reputada y subvencionada que la inventada por los sociatas. Y aunque J.J. Asenjo, el Munilla Andaluz, trate en vano de poner el parche donde mañana saldrá el grano (1), la Vena Azul se le transparenta a través de la piel y jamás se cansará de caminar cara al sol con la sotana nueva.
Así, se utiliza la canonización como taimado acrónimo de "se lo que hicisteis en el 36" y, desde su punto de vista, les asiste un derecho que no seré yo quien niegue o critique, aunque para ello deba partirme la lengua en dos.
Pero también fue la cúpula episcopal española quien tachó al gobierno de pretender enfrentar a los españoles mediante la Ley de Memoria Histórica. Típica hipocresía clerical.
(1) "es una iniciativa exclusivamente religiosa y eclesial, que nadie vea en ello otra intención"
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