martes, 19 de octubre de 2010

La importancia de llamarse Demetrio.

Fuente: Agencia EFE
Me admira particularmente el valor estético e implícitamente documental de esta fotografía, que ví por primera vez en La Calleja de las Flores.

La familiaridad puede resultar engañosa, pero sostengo contra todo sentido común que no son pocas las ocasiones en las que el nombre determina qué hacemos o decimos, máxime si portamos nombres inusuales, tan infrecuentes que podrían ser tomados por mote.


A qué extrañarse pues, si un curiano de nombre Demetrio debuta proponiendo el destierro del adjetivo "Mezquita" de la nomenclatura pública de la muy humilde y desgarbada catedral cordobesa. A Pepe, antecesor suyo en el cargo, ni se le pasó por las mientes tal innovación, y estoy en condiciones de apostar que debe su carácter limado y cauteloso justo a su nombre, Pepe.


El refranero popular sale en defensa de esta teoría. Por ejemplo, "eres más tonto que Abundio" no gozaría del su popularidad si el inventor de la máxima hubiese resuelto el entuerto, por ejemplo, con "eres más tonto que Antonio". Nada que ver.


Dialogando tales suposiciones y echando mano de un antiguo complemento del mencionado refrán, obsérvese la ganancia en riqueza descriptiva que puede apreciarse en los resultados:


Diálogo:


- Oye, eres más tonto que Demetrio.
- Querrás decir "más tonto que Abundio".
- Ya... es que tú no conoces a Demetrio.


La originalidad y riqueza de matices proporcionada por el uso de nombres distinguidos se evidencia en este ejemplo.


Pero no siempre portar un nombre oligárquico acarrea uniformidad en los criterios. Mientras un "Demetrio" se decanta por pedirle peras al olmo, un "Pío" -nombre harto infrecuente igualmente-, en este caso Pío Baroja, opta claramente por lo contrario. Obsérvese para ello diversos párrafos extraidos de su novela "La feria de los discretos", que transcurre íntegramente en Córdoba:


- "Sin advertirlo, Quintín se acercó a la Mezquita y se encontró ante el muro, frente a un altar con un sotechado de madera y unas rejas adornadas con tiestos de flores."

- "Callejeando, distraído, Quintín se acercó a la Mezquita; sus muros se alzaban sombríos y ne­gros como los de una fortaleza; sobre el dente­llado de sus almenas la luna corría vertiginosa­mente, en el fondo azul, velado, del cielo."

- "¿A que usted que sabe tanto, don Gil, no sabe lo que dijo ese obispo italiano cuando estuvo a ver la Mezquita? ― dijo Currito."


- "Un caso de catástrofe económica era el de un señor que paseaba todas las mañanas por los ar­cos de la Mezquita. Este señor vestía como un currutaco de otros tiempos: levita entallada, cor­bata negra..."


- "Quintín trató de buscar la salvación en las piernas, y echó á correr como un gamo; salió frente á la Mezquita, bajó por el Triunfo, atrave­só la Puerta Romana, y siguió por el puente hasta..."


- "Desde allá se veía la cate­dral y el muro negro de la Mezquita, que cortaba con sus almenas la claridad suave del cielo."


- "...la cam­pana de la catedral parecía contestarlas, retum­bando fuertemente..."


- "las palomas se dejaban caer desde el tejado de la catedral, y volaban dulcemente por el aire azul y luminoso."


- "Daban las ocho en el reloj de la catedral, cuando apareció el bandido ga­teando en dirección de la guardilla."


- "la torre de la catedral apareció muy blanca en el cielo azul obscuro... Pasaron por delante de..."


- "...sobre estos paredones amarillentos pe­saba la cúpula negra de la catedral y se erguía graciosa la torre, brillante de sol, con un ángel en la punta..."


Por ejemplo.


Pío, Pío Baroja, tan pío y forastero en la ciudad como Demetrio Fernández pero con una inteligencia social y capacidad de observación visiblemente más desarrolladas, sienta cátedra en la disyuntiva planteada por éste último:


La catedral se distingue por su reloj, su torre con su campana, su cúpula negra; la Mezquita por sus arcos y sus almenas, y todo lo que no es catedral, que es casi todo. Y si aún le cabe alguna duda, pruebe a instalar su turístico espectáculo de luz fuera del bosque de columnas califales, en el recinto de la católica e invasora catedral, para así igualar la recolecta de euros con la de tomates.


Para sembrar discordia, nada como llamarse Demetrio.

8 comentarios:

NEKA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
NEKA dijo...

Que yo me entere ¿porque si picas en el enlace de la entrada sale mi perfil y si me deslogeo sale el cuadradadito para logearme de nuevo?

Isaak dijo...

Tranquila, Anita. Me he liado, pero no sale tu perfil si pinchas. Sale el perfil de quien pinche. Lo sé porque he clicado y sale el mío jejeje.

Lo soluciono en one periquete. :-)

NEKA dijo...

Vale que susto, bueno y ahora ya he leído bien su entrada Demetriana me ha gustado y sacado la sonrisa esa de lado jjejj las comparaciones de los nombres.
¿Hay algún santo en el calendario que se llame Demetrio?
Es por apuntar Mezquita o Mezquino y me ahorro felicitaciones.
Un abrazo

Alfonso dijo...

Demetrio tiene cara de luchador canario. O de boxeador retirado que se gana unas perrillas a base de exponer su mandibula al entreno de boxeadores noveles que intentan hacer carrera en el "noble arte" del pugilato. Pero Demetrio no es una cosa ni la otra. Demetrio, a pesar de las apariencias de su cara cuadrada y fajadora, es un ministro de Dios, un sucesor directo de los primeros apostoles, un pastor de almas, un ferviente representante del orbe catolico en suma.

Por eso a Demetrio no le gusta el islamizante nombre de mezquita. Le causa repelus en sus cristianas y romanas neuronas. Si Demetrio pudiera, los concavos arcos entre columnas y los arabescos azulejos los convertiria en cruceras construcciones y representaciones de la pia conducta de tantos y tantos santos y santas que la muy santa, catolica, apostolica y romana santa madre la iglesia de sus entretelas ha producido durante dos mil años de manufacturacion constante, tanto en el solar patrio como en el extranjero.

Pero Demetrio es un obispo incomprendido y denostado. Por eso, en recogida y arrobada concentracion, junta sus cuidadas y delicadas manitas de quien nunca dio un palo al agua, y en actitud de devota oracion eleva sus plegarias al Altisimo (que muchas veces ni llegan, por estar tan arriba, por eso se ponen un altavoz en la cabeza) rogando y pidiendo por la conversion de tantos impios infieles que no han conseguido el don de la iluminacion y la gracia. Aunque mucho de esto ultimo a el tampoco no se le ve.

Que la paz del señor sea siempre con vosotros.

Isaak dijo...

En realidad, Alfonso, Demetrio las lleva claras. Nadie en esta beata y provinciana localidad llama "Catedral" al conjunto, si no es en temporada alta de semana santa. El resto del año, es decir, 51 de las 52 semanas, es tan sólo "la mezquita", en boca de todos estos pueblerinos. Pero el pueblo, lo que no tiene de sabio lo tiene de tozudo, y no será el caracartón quien venga a decirles como llamar al pan.

Esta es un pueblecillo de curas, con una universidad pública entregada al meapilismo, pero hay cosas que son sagradas y, en este caso, no es la catedral. Es, precisamente, el nombre de "Mezquita".

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hala, ya sentenciaste al pobre pueblito.

Ay que ver...

Isaak dijo...

Ya sabes, Oceánida, que lo mío es sentenciar. Ojalá fuese yo como los obispos, que exhalan tolerancia, cultura y comprensión. Mi naturaleza es malvada, qué le vamos a hacer... XDDDD